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Un día, durante la tertulia, uno de la Obra, Jim, que vive y trabaja en Kenya, habla de cierto profesor kenyata que, pese a ser negro de tez y moreno de cabellos, tiene las cejas rubias. Escrivá, entonces, les cuenta que tiempo atrás había tratado mucho a un matrimonio, los marqueses de Guevara: les atendía espiritualmente y en varias ocasiones almorzó con ellos. Un pintor hizo un retrato de la marquesa y comentó, como una original rareza, que esa mujer tenía cada ceja de un color. Al oírlo, Escrivá cayó en la cuenta de que, aun siendo un hombre muy observador y nada despistado, jamás se había fijado en ese detalle.
- No me había fijado... porque nunca la había mirado a los ojos.
Siguen charlando de otros asuntos en esa misma tertulia. En cierto momento, un mexicano habla de un Cristo que se venera en Montefalco, en el Estado de Morelos. Escrivá volviéndose hacia él, le dice:
- Trátale, mirándole a la cara, ¡mirándole... a las cejas!, como se mira a la persona amada.
Sacerdote por los cuatro costados y sacerdote las veinticuatro horas del día y de la noche ¡también en el sueño y en la vigilia del insomnio!, hay sin embargo en Josemaría Escrivá un acentuado instinto de rechazo al clericalismo. No le importa decir, para asombro de muchos, que él es "anticlerical... pero con anticlericalismo del bueno".
En efecto, él vive y enseña a vivir a sus hijos sacerdotes que los clérigos no deben "mangonear"; ni hacerse servir; ni detentar privilegios; ni organizar el apostolado de los laicos; ni entrometerse en sus actuaciones civiles, profesionales, sociales; ni pretender ser la salsa de todos los guisos; ni prevalerse de su condición clerical para zafarse de sus deberes ciudadanos, o para obtener prebendas, sinecuras y situaciones de comodidad; ni fomentar a su alrededor capillitas de "dirigidos" y "dirigidas", o de admiradores de su predicación: no deben erigirse en líderes de nada ni de nadie; ni hacerse imprescindibles en ninguna labor apostólica o de formación.
Inculca a los suyos dos actitudes de las que él mismo es modelo especular: "no he venido a ser servido, sino a servir" y "hacer y desaparecer: ¡que sólo Jesús se luzca!".
También les pone en guardia -yendo él en avanzada: haciéndolo antes que enseñándolo-, acerca de la imperceptible y etérea tentación de sentirse "propietarios de las almas" a las que atienden espiritualmente. Es éste uno de los más sutiles apegamientos que entorpecen el vaciado de un corazón célibe: el inocente y confiado prólogo de esa obscura y procelosa epopeya cuyo auténtico nombre es "la concupiscencia del alma".
Por costumbre de su tierra aragonesa, hay en el léxico de Escrivá un giro, un uso del pronombre posesivo me, que suele intercalar cariñosa y paternalmente al referirse a los suyos de la Obra: "¡que me cumpláis las Normas!", "que me durmáis las horas previstas", "¡sedme fieles!", "¡cuidadme a esa hija mía!"...Y así, comienza las cartas a sus hijos con un "¡qué Jesús te me guarde!"; o, si se trata de una misiva general para todos los de la Obra: "¡qué Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!" No hay ahí un afán de apropiación, sino un subrayado de lo entrañable, como cuando, refiriéndose a Jesucristo en la Eucaristía, aconseja a los sacerdotes: "¡tratádmelo bien!" Es, sí, un posesivo familiar y coloquial, pero huelga decir quién es ahí el Poseedor y quién es el poseído.
Esa otra expresión, tantas veces repetida, "¡sedme fieles!", oyéndosela a él, y en el contexto que lo circunda, no es en modo alguno una demanda de fidelidad a su persona, sino de fidelidad a la vocación divina: a Dios, en primera, y última, y única instancia. Así lo entienden todos. Así lo entienden siempre.
Carlos Cardona recuerda cómo un día de los años cincuenta, entre 1955 y 1957, el Padre les habla de fidelidad: "A este propósito, nos cuenta que ha recibido una carta de uno que no quiere perseverar y que le pide la salida de la Obra. En esa carta le dice que, a pesar de tal determinación, le quiere mucho... El Padre ha comentado, con expresión de honda tristeza: ¡Más valía que me quisiera menos a mí, y más a Jesucristo! Ese es el sentido cabal del "¡sedme fieles!".
Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.
Elección del beato Álvaro como Padre en 1975
Elección de D. Alvaro como primer sucesor de san Josemaría. En una tertulia contaba don Alvaro porqué el Consejo General escogió esta fecha para elegir al sucesor de san Josemaría: "Había que elegir al sucesor. Al Secretario General, que es quien queda haciendo cabeza, corresponde convocar -en el plazo de quince días desde el fallecimiento del Padre- el Congreso General Electivo, que debe reunirse antes de que pasen tres meses. Me tocaba decidir a mí, oído el parecer del Consejo General. Llevé el asunto a la oración, después de haber leído muy bien lo que había dispuesto nP. Y pensé una serie de puntos. Sabemos que san Josemaría, aunque se fue al Cielo de una manera tan imprevista, quería que después de su muerte todo siguiese igual. A finales de Junio -al menos en Europa- termina el curso académico y se tienen las Convivencias que están ya todas programadas. En mi oración entendí que al Padre le gustaría que todas esas Convivencias y Cursos Anuales se hiciesen tal y como estaban dispuestos. Si yo llamaba a los Electores, produciría un transtorno muy grande. Para cumplir la voluntad del Padre era mejor no precipitar nada. Pensé también en otra cosa fundamental. Fijaos que son todas razones sobrnaturales. Junto a mi deseo de obedecer fielmente a las normas establecidas por nuestro Padre, el Señor me hacía ver la realidad de la Obra. Pues, considerando la salud espiritual de la Obra -esta maravilla que había dejado san Josemaría sobre la tierra- en la presencia de Dios entendí también que no era preciso ni prudente precipitar la elección. Después, por respeto a nuestro Fundador y por estas circunstancias de unidad tan sobrenatural y humana que os he dicho, pensé que cuanto más tiempo continuase gobernando la Obra desde el Cielo, sin otro intermediario que el Secretario general, sería mejor. Así que decidí: vamos a agotar el plazo". El Congreso Electivo comenzó el día 14, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, y la primera sesión electiva fue este día, en que don Alvaro salió elegido en la primera votación por unanimidad. Fue el primer sucesor de san Josemaría. Sobre esto, comentaba don Alvaro: "Nuestro queridísimo Padre poseía una doble paternidad: la fundacional y la espiritual. En la primera no podía tener sucesor, porque es exclusivamente suya: la que Dios Nuestro señor infundió en su corazón el 2 de octubre de 1928, haciéndole Fundador del Opus Dei y Padre de los Padres que le sucediesen. La paternidad espiritual, en cambio, existirá siempre en la Obra, hasta el fin de los tiempos, porque somos una familia de vínculos sobrenaturales". En otra ocasión, refiriéndose a todos los años que estuvo junto a nP, dijo: "No fue nuestro Padre el que me eligió para tenerme a su lado; solía comentar que era cosa del Espíritu Santo. Los demás, por un motivo u otro, no podían estar junto a nuestro Padre. Así que Dios me escogió a mí: así lo dijo muchas veces nuestro Fundador". Don Florencio contaba que, en alguna ocasión nP había comentado: "Cuando yo muera, si no elegís a don Alvaro es que sois unos tontos...". Este mismo día 15, don Alvaro dijo otras palabras: "En este momento solemne e irrepetible, pido a Dios que use de su misericordia con nosotros, si no fuéramos fieles. Como tenemos el don de la libertad, si alguno se obstinara, podría ser infiel a la gracia de Dios y al espíritu de nuestro Padre. Si esto sucediera alguna vez, que los huesos del Padre, que tenemos aquí abajo, se levanten para maldecirle". Y, en la tertulia después de la elección, aclaró el sentido de lo que quería decir: "Para un miembro de la Obra que tenga la desgracia de no ser fiel va toda la comprensión, el cariño y la misericordia de todos, con el propósito traducido en realidades concretas, de sacarlo adelante. Pero si no se trata sólo de un miembro de la Obra, sino de un sucesor de nuestro Padre que quisiera apartarse del espíritu de nuestro Fundador, que sea maldito. Comprendo -y perdonad que me emocione al decirlo- que es una palabra muy fuerte, pero no la retiro".