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Al caer la tarde de un cálido día de agosto, en 1953, llegan el Padre y don Álvaro a estar un rato con un grupo de chicos jóvenes de la Obra, que hacen un curso de formación en Castelgandolfo. Disponen unos bancos en el jardín, a la sombra de un frondoso magnolio. La tertulia discurre animada, con canciones napolitanas, mexicanas, relatos de apostolado, noticias de los que están en otros países... De pronto, se hace el silencio. Es lo que algunos lugares describen como que "pasa un ángel". Escrivá interviene:
- A ver... ¿qué me contáis?
En el grupo está un estudiante de ingeniería naval, Rafael, que acaba de llegar de Madrid. Trae anécdotas divertidas de las bromas que en el Colegio Mayor "La Moncloa" le gastaban a cierto residente, muy inocentón. Se arranca y cuenta alguna de esas novatadas. Ríen todos. No así el Padre que, poco a poco, va poniéndose serio. Por su expresión se nota que lo que está oyendo no le gusta. Antes que Rafael acabe su narración, Escrivá interrumpe con fuerza, con mucha fuerza:
- ¡Basta! ¡No es ése nuestro espíritu! En Casa nunca se han gastado y nunca se gastarán novatadas ni bromas pesadas...
Nuestros centros y nuestras residencias no son cuarteles: son hogares de familia en los que todos nos esforzamos por hacer agradable la vida a los demás, sin brusquedades, sin ironías, sin familiaridades en el trato... ¡con una delicadeza extrema! Así se ha vivido desde el principio y así debe vivirse siempre.
Al terminar la tertulia, Escrivá busca con la mirada a Rafael. En cuanto lo descubre, va hacia él y, tomándole del brazo echa a andar hacia la puerta de la casa. Mientras caminan, le mira cariñosamente y le explica:
- Hijo, tenía que cortarte así, en seco... Me gustaría que comprendieses que yo tengo la obligación -¡y muchas veces, obligación costosa!- de enseñaros, de dejaros bien claro nuestro espíritu y sus exigencias: Si yo no te hubiese interrumpido para sentar ese criterio de convivencia, todos, y tú mismo, hubieseis podido creer que el Padre lo daba por bueno. Lo entiendes, ¿verdad, Rafael, hijo mío?
Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.