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3 agosto 2025

San Josemaría hoy: 1948. Inter medium montium pertransibunt aquae

Hacia1948, el Padre hace un raro encargo a un hijo suyo aficionado a la fotografía. Quiere que saque una foto muy especial y muy "moderna" para la época. Se ve que lo tiene todo bien pensado. No aparecerá ningún rostro. Será una imagen cargada de simbolismo: Un primer plano de las manos de don Álvaro, con las palmas extendidas, recibiendo de la mano del Padre unos borriquitos de madera... El borrico, dócil, humilde y trabajador, es desde siempre un animal querido con simpatía por todos en la Obra. El Padre se considera a sí mismo como un borrico, ut iumentum. Y muchas veces, para indicar a un hijo suyo que le va a encomendar una nueva tarea de formación o un cargo de gobierno, recurre a la metáfora "hijo, te voy a hacer burro de carga...".
Esa fotografía aparecerá después en las publicaciones internas del Opus Dei sin más comentario que un escueto pie de foto en el que se lee: "Foto hecha en 1948. Nuestro Padre coloca unos burritos en las manos de don Álvaro". A nadie le llama la atención. Nadie pide una explicación más profunda. Pero lo cierto es que esa foto iba a serla de la transmisión de poderes. El Padre estaba a punto de dejar su puesto al frente de la Obra. Y el sucesor era, con toda claridad, Álvaro. No en vano, desde 1940, el Fundador le llamaba saxum..., roca.
Pocos meses después, en agosto y en Molinoviejo, Escrivá vuelve a llamar sólo a estas dos hijas suyas. No hablan para nada del asunto. Es un sobreentendido en el que no hay que andarse con romances ni lamentos. Pero el Padre sabe bien que están sufriendo. Las lleva a ver la zona en obras. Pasan por una galería que tiene en las paredes unos mapas, pintados al temple, y un altorrelieve en madera representando la escena mitológica de Aquiles herido en el talón, su único punto vulnerable. Es entonces cuando, al llegar a una pequeña fuente de granito gris, excavada en el muro, el Padre se detiene. Señala y lee las letras rojas grabadas en derredor de la fuente -un pez de cuya boca mana agua-: inter medium montium pertransibunt aquae.
Y, como retomando el hilo de aquella otra conversación romana, les dice de nuevo:
-Tenéis que estar muy tranquilas, muy fuertes, muy serenas, muy seguras. Esto, "a través de los montes, las aguas pasarán", esto... ¡me lo ha dicho a mí el Señor! ¡Y me lo ha dicho aquí!
El tono del Padre es confidencial. Firme, pero conmovido. Ni ellas preguntan nada, ni él agrega más. En la Obra, viviendo el Padre, jamás se hablaba de hechos extraordinarios, ni de milagrerías. Pero, allí y en aquel momento, Nisa y Encarnita tienen la clara convicción de que no ocurrirá nada. El cielo ha empeñado su palabra: "a través de los montes, las aguas pasarán".
La lógica de Dios, sin embargo, iba a discurrir por otras praderas: No necesitaba aceptar el imponente sacrificio que Josemaría Escrivá estaba dispuesto a ofrecerle. Ese gesto, más que generoso, heroico, de desapego a la Obra, que había nacido en sus manos y en la que había dejado ya jirones de su vida y de su honra, era otra "prueba del nueve" de que Escrivá no se consideraba ni fundador-propietario del Opus Dei, ni alma mater esencial, ni factor imprescindible para que la Obra de Dios continuase su andadura.
Tan firme estaba en su costosa decisión, que más de un año después seguía pensando en lo mismo.

Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.