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18 agosto 2025

San Josemaría hoy: 1950. Alegría por la aprobación definitiva

Un día de agosto, de 1950, la Santa Sede comunica a Escrivá que ya puede hacerse pública la aprobación definitiva. El Padre dispone que en todos los centros de la Obra -que entonces son ya un centenar- se celebre un acto eucarístico solemne y se cante o se rece el Te Deum, en acción de gracias.
Acompañado de don Álvaro y Salvador Canals, que ya es sacerdote, él mismo va a Villa delle Rose, un centro femenino en Castelgandolfo, para presidir esa ceremonia.
Se le ve contento, muy contento. Y cansado, muy cansado. Una de las que están allí, escribirá después en su bloc de notas: "Hoy, como aquel 2 de febrero de 1947, cuando en el piso de Città Leonina, supimos la noticia de la Provida, al Padre se le veía alegre, pero muy cansado: como si cada paso que da la Obra, dentro de la Iglesia, deje en él una huella, un trallazo... Al tomar la custodia para darnos la bendición con el Santísimo, al Padre le temblaban las manos. No estaba nervioso. Todo en su rostro denotaba gran serenidad. Estaba, eso sí, muy emocionado. Incluso, al cantar el Te Deum, su voz era menos clara, menos fuerte, que otras veces. Parecía como si se le fuera a quebrar en la garganta...".
Era, verdaderamente, un Te Deum que había costado muchos trabajos, muchas oraciones, muchas antesalas, muchos desvelos, muchas horas inciertas... Era un Te Deum de júbilo, pero de júbilo jadeante.
Ahora iba a comenzar -mejor dicho: iba a arreciar- la liza, para que una norma confeccionada por los hombres no asfixiase ni adulterase la esencia de un fenómeno suscitado por Dios como espiritualidad que, o era netamente laical, o no hacía ninguna falta... ni a Dios ni a los hombres.
Pronto se vio que el traje canónico de Instituto Secular no sólo era insuficiente e inapropiado para el Opus Dei: es que, por afectar a su naturaleza, más que "un traje estrecho", resultaba "un disfraz". El Opus Dei no era de hecho lo que se pretendía que fuese de derecho.
Pío XII ya había fabricado la Provida. Ése era su tope. No cabía esperar otra innovación jurídico-pastoral en su pontificado. Juan XXIII tenía otra ímproba tarea entre manos: la convocatoria y puesta en marcha del Concilio Vaticano II. Además, se proponía renovar el Código de Derecho Canónico vigente. Había que darle sedal de paciencia a la espera. Iba a ser larga.
No obstante, una batería de equívocos, que pertinazmente trataban de asimilar a los miembros del Opus Dei con los de otras instituciones "religiosas", forzó a monseñor Escrivá a plantear una revisión del estatuto jurídico de la Obra. Entre marzo y junio de 1960, hubo varias conversaciones y cruces de notas "oficiosas" entre Álvaro del Portillo y monseñor Scapinelli, y entre monseñor Escrivá y el cardenal Tardini, Secretario de Estado y Cardenal Protector del Opus Dei. El 27 de junio de ese año, al término de una audiencia, con un gesto de brazos tan ampuloso como derrotista, Tardini dice a Escrivá:
-¡Siamo ancora molto lontani...!
A lo que Escrivá responde:
-Estamos todavía muy lejos... Bien, pero la semilla se ha puesto... y no dejará de fructificar.

Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.