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Pocos días después de visitar al oculista en Milán, el 31 de julio, vuelven a Milán para un asunto de trabajo. Toman il traghetto, un transbordador para pasajeros y vehículos, y atraviesan el lago Maggiore.
Regresan ya atardecido. Pero el Padre quiere ver a sus hijas, porque les ha comprado unos paquetes de golosinas en el embarcadero y, además, tiene que comunicarles que el 4 de agosto se van a Einsedeln, como hicieron el año anterior.
- Esta vez estaremos casi tres días fuera, así que tendréis que ir a Misa a Premeno, o a Intra... Y, como no podéis dejar nunca sola la casa -porque el Señor se queda en el sagrario-, organizaos en dos turnos. Ah, y aprovechad esos tres días para descansar un poco, salir al jardín, que os dé el aire... Invitad a las de Milán... Lo que queráis, menos meteros en limpiezas extraordinarias, ¡que os conozco!
María José y Begoña observan que el Padre tiene mal aspecto. Y se lo dicen:
- Padre, tiene usted cara de cansado...
- Es que en Milán hemos estado trabajando. Pero a mí me descansa más trabajar que no trabajar. No trabajar me consume...
- De todos modos, Padre, desde que llegó de Roma no ha parado: ¿qué podríamos hacer, para que descansara?
- Yo sólo descansaría si pudiera olvidarme de la Obra. Pero ¡no quiero olvidarme de la Obra! ¿Y de Dios? De Dios, no. De Dios no podría olvidarme, porque... me moriría.
Escrivá no suele preocupar a su gente con problemas que no van a poder resolver. Por ello, no comenta las vicisitudes concretas del trabajo que tiene esos días sobre su mesa: la fórmula jurídica del Opus Dei. Pero quienes charlan a menudo con él, pueden coger al vuelo, con facilidad, la música -ya que no la letra- de lo que es su anhelo, su afán, su "intención especial". Así, que el 1 de agosto, hablando con sus hijas, hace este comentario:
- ¿La "intención especial"? Sólo la sacaremos rezando. Y rezando mucho. No queremos ni votos, ni botas, ni botines, ni botones. ¿Cómo se hará la vinculación de una persona con la Obra? Pues... con un contrato civil. Sí, hijas, con un contrato civil. Yo amo la libertad. No quiero a nadie a la fuerza. Me basta con la honradez de mis hijas y con la hombría de bien de mis hijos, para confiar en su entrega.
Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.