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7 junio 2025

San Josemaría hoy: 1969. Desbarata una caza de brujas

Este del 69 es un verano de intenso trabajo y de intensa oración. Escrivá, Del Portillo y Echevarría preparan el material que ha de utilizarse en el Congreso Extraordinario del Opus Dei, que acaba de ser convocado en junio. El texto base no es ni más ni menos que el Codex, el código, el derecho peculiar de la Obra.
Pero ¿por qué, ahora, un Congreso extraordinario?
A los ojos de muchas personas, es un modo de seguir unas indicaciones generales de la Santa Sede, dadas a partir del Concilio Vaticano II, para que toda institución religiosa revise sus constituciones, sus reglamentos, sus carismas fundacionales, a fin de "acomodarse a las necesidades pastorales de los tiempos".
Durante ese invierno, en Roma, Escrivá ha recordado, una vez más, ante los diversos dicasterios de la Santa Sede que el Opus Dei no tiene nada que ver con las órdenes y congregaciones religiosas, ni con los institutos seculares, ni con los de vida consagrada, ni con las sociedades de vida común; y también, que él no necesita que le autoricen a revisar sus estatutos, ya que tiene esa facultad, de modo propio, como Fundador.
Sin embargo, por un motivo bien distinto, le interesa convocar esa cita congresual: Tiene constancia fehaciente de que se está urdiendo un nuevo y gravísimo ataque, no ya contra la fama y la imagen de las personas de la Obra, o contra sus apostolados, sino contra las estructuras del Opus Dei y su engarce en la Iglesia. Por ello, para tutelar el camino jurídico de la Obra, planea este Congreso extraordinario.
En 1958, en 1959 y en 1962, había dado pasos "oficiales" en el Vaticano, exponiendo con claridad que el Opus Dei ya no era de hecho un Instituto Secular, aunque lo fuese de derecho; y que la figura jurídica que mejor se le adecuaba era la de una Prelatura. Pero ¿qué sucede ahora? ¿De qué ataque se defiende Escrivá?
Ciertamente, la ofensiva es la más peligrosa de las perpetradas contra el Opus Dei. Se enmascara tras una extraña Comisión creada en la Santa Sede de modo anómalo, en secreto y sin dar información previa. La finalidad es -dicen- "estudiar la situación de algunos Institutos Seculares". Escrivá sabe bien pronto -esto sucede en 1969- que el Opus Dei es uno de los Institutos que se quieren estudiar. Se le cita, para que comparezca ante tal comisión "a fin de revisar su figura dentro de la Iglesia". Personas de toda solvencia le advierten que "lo que se pretende verdaderamente es deshacer la Obra: llevar al Opus Dei por unos cauces prefijados que lo desvirtuarán".
Escrivá hace averiguaciones y logra saber que en esa Comisión hay varias personas notoriamente hostiles al Opus Dei, que han manifestado sus prejuicios y su animadversión, repetidamente, en público y en privado. Con los nombres y los testimonios de esas muestras de parcialidad beligerante, Escrivá interpone un recurso en la Santa Sede, recusando y rechazando esa Comisión.
Pablo VI, en persona, se encargará de desbaratarla.
Con todo, la actividad de esos dos o tres eclesiásticos "contrarios" al Opus Dei consigue generar en los ambientes vaticanos un clima enrarecido, incómodo, hostigante, de desconfianza -de diffidenza, se dice en italiano- hacia la Obra. Uno de esos altos clérigos, que maneja muchos hilos de información y de influencia, despliega -con tanta avidez como tenacidad- una auténtica caccia alle streghe, una caza de brujas, viendo personas del Opus Dei detrás de todo cuanto ocurre a su alrededor.
Con esa preocupación en el ánimo, se entienden mejor las subidas y bajadas de Josemaría Escrivá por la crujiente escalera de Villa Gallavresi, buscando el sosiego consolador de Jesucristo.

Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.