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1 junio 2025

San Josemaría hoy: 1968. Las luces encendidas sin necesidad

Una calurosa mañana de junio de 1968, monseñor Escrivá pasea por el cortile con Álvaro del Portillo. Suelen hacerlo así: "dejar libre el campo", para facilitar y no estorbar mientras las de la administración limpian y ordenan las habitaciones de la Villa Vecchia.
María Portavella y Helena Serrano pasan la aspiradora y quitan el polvo en el vestíbulo. De pronto, el Padre abre la puerta, desde el exterior. Hace un gesto con la mano, a Helena, para que salga al cortile. Desde allí le señala hacia las ventanas del quinto piso del edificio de oficinas, Uffici. Hay un sol radiante y, sin embargo, las luces están encendidas.
- ¿Ves...? Tú, luego, con cariño, como decimos las cosas en Casa, le adviertes a esa hermana tuya que está limpiando ahí que eso es un gasto inútil de luz.
Dicho esto, sigue paseando con don Álvaro. Rezan el rosario. Al cabo de unos diez minutos, vuelve a llamar a Helena:
- Hija mía, no sólo se lo dices con mucho cariño, sino que haces también una nota de praxis, para que en adelante se cuide ese detalle.
Pasan algunos minutos más y Escrivá se acerca de nuevo al vestíbulo. No se le ve enfadado, sino más bien concentrado en el equilibrio entre la impaciencia y la paciencia:
- Mira, Helena, a su debido tiempo haces todo lo que te he dicho. Pero ahora, ya, por favor, sube allí y di a esa hija mía que apague todas esas luces... ¡que es un derroche inútil y nosotros somos pobres de verdad!
Tiene que hacerlo así. Con una pedagogía ceñida al pequeño detalle concreto, que entre por los sentidos. Tiene que hacerlo así, "sin dejar pasar ni una", porque el acabado perfecto de las obras de Dios está, precisamente, en el cuidado diligente de las cosas pequeñas. No son menudencias desdeñables: son el test del amor a Dios. Y esa actitud alerta supone tener bien entrenados los reflejos de la exigencia: "Nunca me he arrepentido de exigir que se viva el espíritu de la Obra. En cambio, alguna vez -pocas- que he sido débil, sí que me he arrepentido".

Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.