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El General Primo de Rivera había abandonado el poder el 28 de enero de 1930. Los gobiernos que le habían sucedido no habían logrado atajar la profunda crisis que sufría la monarquía. El 14 de abril de 1931, por segunda vez en la historia de España, se ha proclamado la República. Momentos de incertidumbre, de esperanza, y también de angustia, pues las corrientes anticlericales, desatadas, han desembocado en acciones de inusitada violencia. El 11 de mayo, grupos de exaltados se han echado a la calle en Madrid y han incendiado numerosas iglesias y conventos. Al día siguiente, ha ocurrido lo mismo en otras ciudades. En las calles, se mira a los sacerdotes con desprecio o con rabia, cuando no se les insulta, como ocurre, a veces, en los suburbios y en los barrios obreros, que don Josemaría sigue visitando para atender a pobres y enfermos. Han llegado hasta a apedrearle...
El Padre no hace jamás comentarios de carácter político, pero tiene el corazón oprimido, aunque está convencido que el Señor nunca permite que suceda algo irremediable.
El 11 de mayo había evitado que se cometiera una posible profanación en el Patronato de Enfermos, donde por entonces vivía aún. Un Coronel, antiguo amigo de la familia, había ido a llevarle ropa de paisano para que pudiese escapar. Él, entonces, había abierto el Sagrario y había consumido casi todas las Sagradas Formas que había en el copón. Luego, como el tiempo apremiaba, había envuelto cuidadosamente el copón con las que quedaban en un papel y las había llevado a casa del Coronel en un taxi que éste había mandado llamar.
En los días que siguieron, los espíritus se habían calmado un tanto. pero la atmósfera continuaba cargada y la tormenta podía estallar de nuevo. Después de pasar unos días con su hermano, en casa del Coronel, don Josemaría había decidido ir a vivir con su madre en un piso de la calle de Viriato. Acababa de renunciar a su cargo de capellán del Patronato de Enfermos, con objeto de estar más disponible para hacer lo que Dios le había pedido.
François Gondrand, Historia del Opus Dei y de su Fundador