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21 abril 2025

San Josemaría hoy: 1939. Se encuentra Ferraz destruida por la guerra

Para vosotros no habrá obstáculos insuperables, había escrito poco antes el Fundador a los suyos, sobre todo, cuando de continuo os sentís unidos, por una especial Comunión de los Santos, a todos los que forman vuestra familia sobrenatural. Pensamiento que sostenía su optimismo al encararse con la ingrata tarea de recomenzar a partir de las ruinas. Y no es mera casualidad el que, cuando don Josemaría visitó de nuevo Ferraz, el 21 de abril, encontrase un consolador vestigio de aquella fraternidad que allí se vivió. Entre los cascotes del piso, halló el pergamino que había mandado colgar antaño, con el texto evangélico: Mandatum novum do vobis: ut diligatis invicem, sicut dilexi vos, ut et vos diligatis invicem. In hoc cognoscent omnes quia discipuli mei estis, si dilectionem habueritis ad invicem (Jn. 13, 34-35).
Al día siguiente de entrar las tropas en Madrid ya se habían reunido en la capital un pequeño grupo de miembros de la Obra y, no teniendo donde alojarse, don Josemaría les invitó a dormir en la rectoral de Santa Isabel. La tarde del 29 de marzo se dedicaron a limpiar ese piso, que se hallaba en mejor estado que el piso destinado a los capellanes, ocupado años atrás por los Escrivá. Aquello había sido oficina de comisarios políticos y el edificio contiguo, el colegio de niñas, había servido de cuartel del arma de Ingenieros. Por todas partes reinaba el desorden: papeles esparcidos, ficheros despanzurrados, mesas y sillas rotas, camas deshechas y armarios abandonados. Aunque no se encontraban en muy buenas condiciones, recogieron algunos enseres para amueblar la casa del rector, con intención de pintarlos o repararlos el día de mañana.
Pronto estuvo aquello habitable. Don Josemaría habló con su madre y hermanos, conviniendo en irse todos juntos a Santa Isabel. De hecho en la rectoral comenzó la colaboración directa de Carmen y doña Dolores en la marcha de los centros de la Obra, porque durante algunos meses la rectoral fue la única vivienda que tuvieron en Madrid. El espacio de que disponían era bastante reducido. En un extremo del piso habían preparado una habitación para doña Dolores y su hija. A la otra parte de la entrada a la rectoral se instaló don Josemaría, en un pequeño cuarto con una cama turca. Y en la habitación de al lado, que era bastante más amplia y se conocía como el "rancho grande", colocaron cuatro camas.

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. II). Rialp, Madrid, 2002.