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17 abril 2025

San Josemaría hoy: 1938. El Padre llega a Córdoba

El día 17 de abril estaba en camino. La ruta, a causa de la guerra, no era muy expedita. Don Josemaría, para diversión de sus hijos, prometió escribirles. Con muy buen humor recogía las impresiones del ambiente y lo pintoresco de los personajes con que se topaba. Acababa de llegar a Córdoba; y escribía:
Voy al hotel. ¡Qué saludadores son en Córdoba! Todo el mundo, el saludo militar, al sacerdote desconocido, o el sombrerazo. ¡Otro sombrero cordobé!
En el hotel me dan la habitación número 9. El número que me entusiasma (¡esa teología de las matemáticas!). En León aún conocían mejor el negocio: me dieron el 309: y pensé: el 3, mi Padre-Dios; el 0, yo, pecador (mea culpa!); y el 9, mis chicos. ¡Qué rebueno es Jesús, que, con tan poca cosa, nos lleva a Él!
Me he puesto a escribir cartas, a estos hijos de mi alma. Llega Miguel: un abrazo. Pax! In aeternum. Anochece y, en confidencia filial, noblemente, con extremada sencillez, desahoga los casi dos años de separación. Y el Padre —muy Padre quiero ser siempre, para todos— da consejos y normas prácticas, y da también —quiero darlo— Amor de Dios y ese cariño nuestro, que es chispazo de aquel Amor.
No vuelve a Alcolea. Se queda conmigo, en la fonda, Miguel. Cenamos. Paseo. Preces. Bendición.
Vuelta a Sevilla. Más visitas. Nuevas dificultades. Los trenes venían llenos y don Josemaría no tenía reserva de billete para el tren de la noche. Le aconsejaron desplazarse a Utrera, donde tendría más posibilidades de hallar billete. Andaba muy corto de dinero cuando a las seis de la tarde, ya en Utrera, se acercó a la ventanilla donde expedían billetes y expuso su caso al factor, pues los únicos asientos disponibles eran de primera o segunda clase:
Yo le explico mi caso. Él, paciente y amablemente, me da la tarifa en 3ª, para la que tengo dinero; y en segunda, para la que no me llega el capital. Mira otra vez la tarifa, acortando el trayecto: en segunda, podría justamente llegar a Salamanca.
Había que esperar a que el tren saliese de Cádiz y telegrafiasen a Utrera indicando el número y clase de billetes que quedaban libres. Don Josemaría, con la remotísima esperanza de obtener un billete de tercera clase hasta Burgos, encomendó el asunto vivamente a su Custodio, que ese día causó una auténtica revolución en la taquilla. En efecto, volvió a la estación a las ocho y pico: El factor me ha reservado billete de 3ª, y dice —a mi Santo Ángel Custodio lo encomendé— con pasmo: "hoy telegrafían que venda diecisiete billetes..., y ¡todos de tercera!" Yo no me podía pasmar.
Dos noches de tren, y un día en medio; a las cuatro de la madrugada del 23 de abril se presentó don Josemaría en el Hotel Sabadell. A continuación del mes de abril vinieron las visitas y viajes de mayo, sin pausas ni descansos intermedios. El mes de mayo, casi íntegro —cuenta al Obispo de Ávila—, lo pasé de una parte a otra, incluso en la primera línea del frente de Teruel. La razón del desplazamiento a un frente, tan peligroso y activo como el de Albarracín (Teruel), fue que llevaba mucho tiempo sin ver a Juan.

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. II). Rialp, Madrid, 2002.