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La libertad en todo lo opinable, la transpone también al terreno de la filosofía y la teología: "Nosotros -dice un día de marzo de 1964 a un grupo de mujeres de la Obra, en Roma- en materia de fe seguimos la doctrina definida por la Iglesia. En las demás cuestiones, que Dios ha dejado al libre arbitrio de los hombres, cada uno opina como quiere: aunque sean cuestiones teológicas. Por eso prohíbo terminantemente que en la Obra haya escuelas o corrientes doctrinales comunes para los miembros del Opus Dei en lo que sea opinable, porque también en estas materias filosóficas o teológicas, etc., somos libres".
Suena fuerte esa prohibición; pero no es sino el más audaz paradigma de la libertad: el prohibido prohibir, el no os encadenéis a ligaduras con las que ni el mismo Dios nos ata. Y, en esa misma conversación, abunda su doctrina cristianamente libertaria:
"Mienten los que dicen que somos integristas. Mienten los que dicen que somos progresistas. Somos libres, qua libertate Christus nos liberavit (...) Amor a la libertad, pues, dentro de los términos de nuestra vocación. Sin embargo, como el mundo está ahogado por tiranías, quizá habrá gente que no nos entienda. Por eso: porque son tiranos, y no son capaces de comprender a las almas que caminan in libertatem gloriae filiorum Dei, con la libertad de los hijos de Dios. Nosotros hemos de ser campeones de la libertad, de la libertad santa".
En numerosas ocasiones alertará a sus hijos para que luchen con denuedo y noblemente "contra cualquier clase de tiranía; y en caso de duda, poneos siempre del lado de la libertad".
Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.