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13 marzo 2025

San Josemaría hoy: 1935. Nace la Academia DYA

Ya desde 1930 venía buscando el Fundador el modo práctico de que apareciese externamente, y con claridad, que los miembros del Opus Dei eran laicos, fieles corrientes, ciudadanos corrientes. Trataba también de resolver, asimismo, una separación tajante entre la O. de D., liga espiritual, y las diversas actividades de empresa (apostolado). Fue el día de San Juan Evangelista, 27 de diciembre de 1930, cuando halló la solución al problema, evitando la confusión entre lo espiritual y las empresas materiales.
Surgirían así las obras corporativas de carácter apostólico; y la primera de ellas fue la Academia DYA. Era la Academia un centro cultural de carácter civil; se había registrado como tal y pagado el impuesto correspondiente a la Administración. Allí se daban clases de Derecho y Arquitectura. Y era llevada por laicos; porque, como había escrito el Fundador en una catalina, los sacerdotes serán solamente —y no es poco— Directores de Almas. Aquella Academia era, además, un centro de la Obra donde se impartía formación cristiana y humana. Con esa primera empresa quedó, pues, sellada de carácter laical la actividad apostólica de los miembros del Opus Dei. Don Josemaría, aun siendo el impulsor de toda esa actividad apostólica y el creador de aquella empresa, permanecía discretamente en segunda fila, reafirmando su carácter de empresa civil, al tiempo que evitaba la más leve sombra de clericalismo en la Academia, especialmente ante las autoridades eclesiásticas. Así lo expresaba, por ejemplo, en la instancia del 13 de marzo de 1935, al solicitar la concesión de un oratorio semipúblico, cuando comienza con esta aclaración:
José María Escrivá y Albás, pbro., director espiritual de la Academia-Residencia DYA —Ferraz 50— de la que es Director técnico D. Ricardo Fernández Vallespín, arquitecto, Profesor ayudante de la Escuela Superior de Arquitectura, a V.E. respetuosamente expone, etc.
Con la creación de la Academia DYA se puso también en marcha el apostolado con profesionales jóvenes, algunos de ellos casados; y cuando la Academia se trasladó a Ferraz 50, cuenta Miguel Deán, ya entonces licenciado en Farmacia, que «el Padre llevaba a cabo una importante labor de dirección espiritual y de formación de todas las personas que allí trataba».
Carecía la Obra de personalidad jurídica de ningún tipo, ni siquiera tenía forma legal en aquellos años de inseguridad ciudadana, de frecuente supresión del derecho de reunión y de acusada vigilancia policial. En 1933 había pensado el Fundador en crear una Sociedad de Colaboración Intelectual (So-Co-In), que agrupase a los profesionales universitarios, con la intención de que fuese el germen de la Obra de San Gabriel. Elaboró su Reglamento pero no lo sometió a la aprobación de las autoridades civiles (Dirección General de Seguridad) hasta después de las elecciones generales de febrero de 1936, como anunciaba a mons. Olaechea en carta del 3 de marzo:
Se fundó una "Sociedad de Colaboración Intelectual" (obra de S. Gabriel), y el "Fomento de Estudios Superiores" para llevar toda la parte económica de la Obra.
Una asociación de carácter cultural les permitiría reunirse para recibir las clases de formación, sin el peligro de quedar al margen de la ley cada vez que se suspendía el derecho de reunión ciudadana. Y una sociedad civil, con fines culturales y capital social aportado por los socios que ellos eligiesen, serviría para adquirir los medios materiales adecuados a esos fines: Academias, Residencias, Bibliotecas, Colegios, etc.

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. I). Rialp, Madrid, 1998, 3ª ed.