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9 febrero 2025

San Josemaría hoy: 1939. Conversación con un taxista

A flor de piel quedaba en algunos un morboso aborrecimiento del enemigo. En cierta ocasión fue a ver a don Josemaría una persona a quien los comunistas habían asesinado a varios parientes en pleno campo, en el cruce de una carretera. Aquella persona quería alzar una gran cruz, precisamente en ese lugar, en memoria de los caídos allí de su familia. No debes hacerlo —le dijo el sacerdote—, porque lo que te mueve es el odio: no será la Cruz de Cristo sino la cruz del diablo |# 96|. No se plantó la cruz y aquella persona supo perdonar. Pero no todos perdonaban. Hacía meses que la guerra había acabado cuando, un día, el sacerdote tuvo que coger un taxi en Madrid. Como era su costumbre, enseguida se puso a charlar con el conductor, a hablarle de Dios, de la santificación del trabajo y de la convivencia, y de olvidar la desgracia por la que había pasado España. El taxista le escuchaba y no abría la boca. Cuando llegó a su destino y se bajó don Josemaría, aquel hombre le preguntó:
— "Oiga, ¿dónde estaba usted durante el tiempo de la guerra?"
— "En Madrid", le contestó el sacerdote.
— "¡Lástima que no le hayan matado!", replicó el taxista.
No dijo una palabra don Josemaría. Ni hizo el más leve gesto de indignación. Antes al contrario, con mucha paz preguntó al taxista:
— "¿Tiene usted hijos?" Y como el otro hiciese un gesto afirmativo, añadió al precio de la carrera una buena propina:
— "Tome, para que compre unos dulces a su mujer y a sus hijos".

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. II). Rialp, Madrid, 2002