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1938. Enferma de agotamiento
Paulatina e imperceptiblemente, conforme señala don Josemaría los jalones de ese agotador itinerario, va dejando un rastro inquietante de síntomas, que empiezan con desganas y leves cansancios, para acabar en notas alarmantes. Siguen unos extractos de sus Apuntes:
Día 25 de enero. Doy un retiro a las Teresianas, con poca gana pero con muy buena voluntad.
Burgos, 28 de enero: Vida ordinaria. Acatarrado.
Vitoria, domingo, 30: Muchas ganas de soledad. Y verme a mí mismo como una pelota, que va, impulsada por mi Padre-Dios, de pared a pared, tan pronto golpeado con el pie como recibiendo una caricia de sus manos...
Bilbao, 1 de febrero: Hoy hemos danzado mucho [...]. Estoy completamente afónico. No puedo hablar. Me vuelvo mañana a Burgos, a curarme. Me encuentro flojo. He engordado algo, y estoy peor que cuando vine. Me mareo, en cuanto comienza a moverse el auto en que voy. Estoy hecho una ruina: pero no lo contaré a nadie.
Burgos, 2 de febrero: Llego a Santa Clara 51, y no me muevo de casa. Gargarismos, compresas, pañuelo al cuello, etc. ¡Contento de mi estancia en Bilbao! Espero que dará fruto.
Día 3 de febrero: Me levanto tarde [...]. No puedo decir Misa.
4 de febrero: Mala noche. Tos y pastillas. Y tampoco puedo decir la Santa Misa.
Era de esperar que el mal fuese ligero, que se le pasase con unos días de reposo. No fue así. Empeoraba. Guardando cama recibió carta del Vicario de Madrid, Sr. Morán, que le citaba para el 10 de febrero en Salamanca. Derrengado, y completamente afónico, apunta el día 8: Sigo afónico. Mañana he de ir a Salamanca [...]. No sé si acostarme. Pudo más su diligencia, pero tuvo que cortar el viaje y pasar la noche en Medina del Campo, sin dormir apenas y con mucha fiebre. Se rehízo y consiguió llegar a su destino. Almorzó en Salamanca con don Francisco Morán y charlaron de la Obra largo y tendido. Hizo don Josemaría al Vicario un recorrido mental de su vida en Madrid, de la evasión, del apostolado en los frentes y en la retaguardia, de sus visitas a los Prelados... Le leyó la Carta Circular. Le habló de sus ejercicios espirituales y de su vida interior. Quedaba así don Francisco enteramente al corriente de la Obra y no sólo de su historia externa. Recordaron los tiempos de la República, cuando don Josemaría no estaba aún incardinado en Madrid y trataba de hacerse entender, para conseguir licencias ministeriales. Comentaron luego los diez años de labor que llevaba la Obra, y el Vicario se reía con toda su alma cuando le preguntó don Josemaría: ¿qué me habría dicho, si en 1928 le hubiera yo ido a decir —"necesito quedarme en Madrid, porque Jesús quiere que haga una Obra muy grande"?
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. II). Rialp, Madrid, 2002
4 de febrero
1932. Locución "Un borrico fue mi trono en Jerusalén"
Tan crecida de gracias iba ya su alma que, a pesar de sus renovados propósitos de no referir hechos extraordinarios, se le escapan, sin remedio, en sus catalinas algunos sucesos sobrenaturales. Así dos locuciones en febrero de 1932:
Esta mañana, como de costumbre —escribe el día 4—, al marcharme del Convento de Santa Isabel, me acerqué un instante al Sagrario, para despedirme de Jesús diciéndole: Jesús, aquí está tu borrico... Tú verás lo que haces con tu borrico... —Y entendí inmediatamente, sin palabras: "Un borrico fue mi trono en Jerusalén". Este fue el concepto que entendí, con toda claridad|.
En esos momentos le asaltó una duda. Con la atención concentrada en el asna de que habla San Mateo, creyó que la locución era una interpretación errónea, acaso diabólica, del evangelio. Tan pronto llegó a casa consultó los evangelios y se sosegó espiritualmente. Jesús entró en Jerusalén montado en un pollino.