-
Por encima de estos aires cargados de odio y con presagios de muerte, en medio de estas alarmantes noticias, las catalinas siguen su rumbo apostólico:
Veo la necesidad, la urgencia de abrir casas fuera de Madrid y fuera de España, anota el 13 de febrero. Y por esas fechas escribía: Siento que Jesús quiere que vayamos a Valencia y a París [...]. Ya se está haciendo una campaña de oración y sacrificios, que sea el cimiento de esas dos Casas.
El proyecto de expansión de la Obra, dentro y fuera de España, estaba en el germen mismo de la universalidad del designio divino. De ello había hablado don Josemaría al Vicario General en 1934 y, más recientemente, cuando le informaba por carta del 10-III-1936:
Es muy posible que, dentro del verano próximo, quede abierta una Casa de la Obra en provincias —quizá, en Valencia—, y estoy preparando el terreno para enviar un grupito a París...
¿Contaba con un puñado de vocaciones y ya mostraba impaciencia por salir a conquistar el extranjero? ¿Qué le movía a tan ambiciosos planes de ensanche apostólico? Como siempre, era el Señor quien le empujaba. Entonces, don Josemaría utilizaba una treta para ayudarse, una astucia humana y sobrenatural. Anunciaba de una manera abierta y comprometida sus proyectos a las autoridades eclesiásticas, con lo que, en cierto modo, se cortaba la retirada para no volverse sobre sus propios pasos. Por otro lado resultaba una excelente táctica. Era un medio seguro de recaudar oración y mortificación para cimentar bien los proyectos, como se confiesa a sí mismo en sus catalinas, refiriéndose a la carta en que hablaba, al Sr. Vicario, de Valencia y París:
De intento, hablo de esas dos casas: de una parte, para lograr muchas oraciones y sacrificios; de otra, para quemar las naves, como Cortés.
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. I). Rialp, Madrid, 1998, 3ª ed.