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El poder hablar o escribir a sus hijos, aun con las trabas de la censura, era más que media vida para el Padre. La correspondencia con Isidoro a través de Francia funcionó bien, sin grandes retrasos ni serios percances, habida cuenta, naturalmente, de las circunstancias bélicas. Ello fue de gran consuelo para los de una y otra zona. Sobre este punto, refiriéndose al alivio que suponía el tener noticias de todos, abría el Padre su corazón a uno de los suyos en zona nacional:
[...] Hoy hemos escrito a mis pobres hijos de Madrid, y a la abuela y mis hermanos. De ellos, hemos recibido ya cinco cartas; la última, con fecha 26 de enero. Están perfectamente enterados de las cosas de la familia. ¡Lástima que antes no hubierais vosotros encontrado algún medio de comunicación! Lo más duro, con haber tantas cosas crueles, era no saber nada de vosotros, en aquel infierno rojo. A los nuestros, que no han podido salir de la tiranía marxista, ya les hemos quitado esa pena. Creo que les hemos escrito, desde que nos encontramos libres, más de diez veces.
El 7 de enero salió don Josemaría para Vitoria. Allí le acogió con todo cariño Mons. Javier Lauzurica, a la sazón Administrador Apostólico de la diócesis. Charlaron de un asunto de conciencia que traía para consulta y, a la mañana siguiente, partió para Burgos.
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. II). Rialp, Madrid, 2002.