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8 de septiembre de 1931
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei
Fiesta de la Natividad de Nuestra Señora. San Josemaría se encuentra pasando pruebas muy difíciles. Más tarde se refiere a estas tribulaciones como el medio del que se servía Dios para purificar sus afectos y a llevarle a un abandono total en la Providencia divina.
Escribe en sus Catalinas: "Ayer por la tarde, a las tres, salí al presbiterio de la Iglesia del Patronato a hacer un poco de oración delante del Ssmo. Sacramento. No tenía gana. Pero, me estuve allí hecho un fantoche. A veces, volviendo en mí, pensaba: Tú ya vez, buen Jesús, que, si estoy aquí, es por Ti, por darte gusto. Nada. Mi imaginación andaba suelta, lejos del cuerpo y de la voluntad, lo mismo que el perro fiel, echado a los pies de su amo, dormita soñando con carreras y caza y amigotes (perros como él) y se agita y ladra bajito... pero sin apartarse de su dueño.
Así yo, perro completamente estaba cuando me di cuenta de que sin querer, repetía unas palabras latinas, en las que nunca me fijé y que no tenía porqué guardar en la memoria (...). Dicen así las palabras de la Escritura: et fui tecum in omnibus ubicumque ambulasti, firmans regnum tuum in aeternum (...). Hoy mismo, cuando he vuelto a leer estas palabras (pues, repito, como si Dios tuviera empeño en ratificarme que fueron suyas, no las recuerdo de una vez a otra) he comprendido bien que Cristo-Jesús me dio a entender, para consuelo nuestro, que ´la Obra de Dios estará con El en todas las partes, afirmando el reinado de Jesucristo para siempre".
En 1947, escribió el Padre haciendo referencia a este suceso: "Los primeros pasos, verdaderamente, no han sido nada fáciles. Pero, el Señor, tantas veces cuanto han sido necesarias -y no hablo de milagrerías, sino del modo corriente de tratar el Padre del Cielo a sus hijos, cuando son almas contemplativas-, ha acudido en cada caso a darnos una fortaleza sobrenatural. Y El hacía escuchar su locución clara, hacia el año treinta, no una vez, sino varias veces, diciendo: et fui tecum in omnibus ubicumque ambulasti!, he estado y estaré contigo dondequiera que vayas".
Dios le hizo entender con esa locución la continuidad ininterrumpida de la misión de la Obra en la tierra. Fortalecido por esta locución, escribió en 1932: "Tened la completa seguridad, por tanto, de que la Obra cumplirá siempre, con eficacia divina, su misión; responderá siempre al fin para el cual la ha querido el Señor en la tierra; será con la gracia divina -por todos los siglos- un instrumento maravilloso para la gloria de Dios". Y en otro lugar de sus Catalinas, anota: "Mientras veremos caer grandes "apostolados" bullangueros, que ahora levantan fervor y entusiasmos humanos, la Obra de Dios, cada vez más poderosa y recia, durará hasta el fin".