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16 agosto 2024

La segunda Semana de Estudios

16 de agosto de 1940

Onésimo Díaz, Posguerra

Del 10 al 16 de agosto de 1940, convivieron en Jenner vein­tinueve jóvenes del Opus Dei procedentes de cinco capitales: Barcelona, Madrid, Valencia, Valladolid y Zaragoza. De estas ciudades universitarias cuatro tenían centro, y todo apuntaba que se podía abrir enseguida un piso en la capital aragonesa. A esta convivencia no pudieron asistir chicos de Bilbao, San Sebastián y Murcia, donde ya se habían incorporado algunos jóvenes al Opus Dei.

Las clases fueron dadas por Escrivá, Portillo, Jiménez Var­gas, Casciaro, Botella, Hernández Garnica, González Barredo, Alastrué y Fisac. El primer día, Jiménez Vargas impartió una charla sobre la labor de San Rafael. Otros días le tocó el turno a Pedro Casciaro, que dio una charla y dos clases sobre esta mis­ma temática del apostolado con la juventud.

Sobre la llamada labor de San Rafael y el apostolado con la juventud es menester considerar un documento basilar es­crito por el fundador, y que había fechado el día de su treinta y tres cumpleaños (9 de enero de 1935), titulado Instrucción sobre la obra de San Rafael. El fundador comenzó explicando en el primer punto la razón de esta Instrucción pensada para aquellos miembros del Opus Dei que debían ocuparse de dar formación cristiana a los más jóvenes. Reconoció que, como no podía llegar a todo, era menester que algunos le ayudasen en la tarea de dar formación humana y cristiana. A continua­ción, especificó que no se trataba únicamente de ofrecer unos conocimientos, sino de practicar las ideas recibidas a través de los medios de formación tradicionales de la Iglesia: ejer­cicios espirituales anuales de una semana, retiros mensuales de un día, meditaciones, dirección espiritual frecuente, círcu­los, clases de canto litúrgico y de apologética, etcétera. Así pues, el Opus Dei, como organización, ofrecía unos medios de formación, pero al mismo tiempo el fundador puntuali­zaba que era mucho más, ya que lo fundamental radicaba en la acción apostólica personal —de cada uno— en su familia, entre sus amigos y compañeros de trabajo. A este respecto, solía emplear la expresión “somos y seremos siempre una gran catequesis”.

La experiencia de varios años confirmó al fundador en el respeto y el amor a la libertad, en consonancia con la fe y la moral de la Iglesia:

No habléis de política, en el sentido corriente de la palabra, y evitad que en nuestras casas se hable de partidos y banderías. Ha­cedles ver que en la Obra caben todas las opiniones, que respeten los derechos de la Santa Iglesia.

Después pasó a glosar los fines de la labor del Opus Dei. Como fin inmediato, apuntó la formación cristiana de la ju­ventud —obra de San Rafael-; y como fin mediato, la bús­queda de personas idóneas para el Opus Dei, inclinando a unos —obra de San Miguel— al celibato apostólico, y a otros —obra de San Gabriel— a ser padres de familia. A continua­ción, describió detalladamente los medios de formación con la juventud: el Curso Preparatorio o Círculo de San Rafael y el Curso Profesional.

Finalmente, ofreció consejos prácticos, deteniéndose en modos de fomentar la piedad y, particularmente, en maneras de dar a conocer la vida de oración de los primeros cristianos. Tal como había escrito en bastantes ocasiones y de maneras diversas, los miembros del Opus Dei no eran religiosos ni podían ser asimilados a ellos, pero respetaban y admiraban la vida y el apostolado de los religiosos. En este sentido, desde los primeros tiempos de la fundación, Escrivá insistió en que el Opus Dei era una manera nueva y moderna de imitar a los primeros cristianos.

En el horario de la segunda semana de estudios se programa­ ron numerosas clases y charlas, y también ratos de tiempo libre para visitar Madrid al atardecer, cuando el calor veraniego era menos molesto. Como ya había ocurrido en la primera convivencia, algunos de los “mayores” acompañaban a los más jóvenes a co­nocer lugares relacionados con los primeros años fundacionales. Uno de los asistentes, Silió, que acababa de cumplir dieciséis años
y de pedir la admisión, recordó años después que Zorzano había actuado de cicerone de tres jóvenes (José María Casciaro, José Javier López Jacoiste y él mismo) en la visita al convento de los Paúles de la calle García de Paredes, donde tuvo lugar la fundación del Opus Dei. Pedro Casciaro escribió en el diario del Centro de la calle Martínez Campos que la primera tarde de la convivencia acompañó a cuatro jóvenes a visitar El Sotanillo, muy cerca de la Puerta de Alcalá, una chocolatería donde solía reunirse el fundador con jóvenes a los que explicaba el Opus Dei antes de la apertura de DYA. También hubo tiempo para apreciar el arte y la cultura, y el 11 de agosto, dos grupos visitaron el Museo del Prado.

El mayor peso de la convivencia recayó sobre el fundador, que predicó muchas meditaciones, celebró la Misa todos los días y, sobre todo, dedicó muchas horas a escuchar a los chicos que querían hablar con él. El ambiente de estos días era de gran alegría y en algunas tertulias cantaron canciones.

La convivencia terminó el 16 de agosto. Ese mismo día, los jóvenes volvieron a sus ciudades con la ilusión de aplicar la formación teórica que habían recibido de labios del fundador y de los miembros “veteranos” del Opus Dei.