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15 agosto 2024

Consagración de la Obra al Corazón dulcísimo de María

15 de agosto de 1951

Inédito, Algunas fechas de la vida de san Josemaría

San Josemaría hace la Consagración de la Obra al Corazón Dulcísimo de María en la Santa Casa de Loreto, después de celebrar la Santa Misa, pues intuye que algo grave está tramándose contra la Obra: "Estoy tamquam leo rugiens, como un león rugiente, en vela, en guardia... Me siento como un ciego que se tiene que defender, pero que sólo puede dar bastonazos en el aire: porque no sé qué pasa, pero algo pasa...".

El día anterior (día 14) había pasado por Castelgandolfo donde estaban los del Colegio Romano para pedirles que encomendaran sus intenciones. El Director del Colegio Romano -D. José Luis Massot- dice a todos que, mientras dure el viaje del Padre, pueden usar la mortificación corporal libremente. Algunos deciden usar el cilicio incluso mientras duermen.

San Josemaría llegó a Loreto el día 14 por la tarde y rezó unos 20 minutos. El día 15 celebró la Misa en el Altar de la Santa Casa y, durante la Misa, sin fórmula preparada, hizo la Consagración de la Obra.

Contaba don Álvaro en una meditación el 15-VIII-1976: "Cuando realizó aquella Consagración, el Fundador llevaba varios meses inquieto, desasosegado, como en zozobra. El Señor le hacía comprender que algo grave estaba sucediendo, pero el Padre no sabía lo que era". Entonces acudió a la Santa Casa de Loreto "para celebrar la Santa Misa y, sin fórmula, pero con palabras encendidas y llenas de fe, hacer esa Consagración. En la Misa, la hizo con el corazón; y después de la Misa, hablando en voz baja a los que estábamos a su lado, renovó esa Consagración que acababa de realizar, en nombre de toda la Obra. Y la maraña se deshizo".

Como la pequeña capilla estaba llena de gente, para hacer su acción de gracias, hubo de meterse en el pequeño pasillo que hay detrás del altar. El Padre recordaba: fue "una ceremonia muy sencilla, sin pompa externa, en medio del bullicio de la gente, acompañado por tres hijos míos".

Regresó Roma tranquilo. En enero de 1952 el Card. Schuster comunicó a D. Juan Udaondo y a Juan Masiá que digan al Padre: "que se acuerde de su paisano José de Calasanz...¡y que se mueva!" (San José de Calasanz fue expulsado, por calumnias y mentiras que se dijeron contra él, de la Congregación que él mismo había fundado). Efectivamente, después de investigar más a fondo, el Padre se entera que, personas ajenas a la Obra, pero con influencia en la Curia Romana, pretendían que Pío XII firmara un decreto por el cual se expulsaba a san Josemaría del Opus Dei y la sección de varones y la sección femenina quedaban erigidas en dos instituciones separadas.

San Josemaría, entonces, redactó una carta a Pío XII pidiéndole que detuviera aquello. Al leer la carta Pío XII comentó al Card. Tedeschini, que fue quien le llevó la carta de parte del Padre: ¿Pero, quién ha pensado tomar semejante medida?, y deshizo todo inmediatamente. Aquello se paró en seco, pero, comentaba don Álvaro: "...aquello era como un puñal hincado junto al corazón, que bastaba solamente empujar".

En noviembre de 1959, el Padre está de tertulia con un grupo de los del Colegio Romano. Uno de ellos le pregunta: Padre, cuéntenos qué pasaba en 1951 y 1952, cuando querían dividir la Obra en dos ramas y expulsarle a usted... ¿Quiénes estaban detrás de aquella persecución?. Respondiendo a la pregunta que le hacía este de la Obra, el Padre comenta: "Mira, hijo, ahí en el Cortile Vecchio hay una lápida, que podéis leer, y que está muy clara. Está en castellano puro. Esa la escribí yo, sentado encima de unas piedras, cuando estaban construyendo aquello... Lleno el corazón de amargura, pero feliz ¡muy feliz! Nunca -ni siquiera entonces- he perdido la alegría. Aquello lo paramos entre don Álvaro y yo. Pero tú me dices: 'Padre, cuéntenos... quiénes estaban detrás', y yo tengo que deciros que hay muchas cosas que las sabréis en el Cielo. En la tierra, no. Mejor que no... ".

Don Álvaro, en una tertulia en 1977 añadía otros detalles en relación con esta Consagración hecha por el Padre: "En esta ocasión se reunían todas las dificultades. De una parte, las de orden material que, aunque no nos hacían perder la paz, nos quitaban mucho tiempo. La Obra se encontraba en plena expansión y necesitaba disponer de adecuados instrumentos apostólicos. En Roma, se estaban construyendo los edificios de la sede central, no teníamos dinero, y los apuros económicos eran constantes. Pero, sobre todo, existían obstáculos -mucho más graves- de orden intelectual y espiritual. Eran momentos en los que el Opus Dei se abría fatigosamente camino, y algunos no entendían este fenómeno espiritual y jurídico que el Señor había suscitado en medio del mundo. El diablo estaba empeñando en hacerlos la guerra, moviendo lo que el Padre -con superabundancia de caridad- denominaba la contradicción de los buenos".