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21 mayo 2024

Tiempos de purificación

21 de mayo de 1937

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei

Después de esas terribles noches de purificación, el Padre se preparaba con sencillez para el nuevo día, tratando de que nadie advirtiese en su rostro las huellas del combate interior. La acción divina deja, indudablemente, rasgos singulares en cada uno de sus santos. La historia de cada alma es diferente. De ahí se desprende un rasgo espiritual del Fundador, por lo que se refiere a su existencia aquí en la tierra: entiendo que Jesús quiere que viva, sufriendo, y trabaje. Igual da. Fiat, anota. Es decir, la fusión de su vida contemplativa de amor a la Cruz y de su vida de trabajo, todo en uno. Tal empresa, en aquellos amaneceres, no resultaba suave. De los ásperos zarandeos nocturnos don Josemaría salía espiritualmente gozoso, pero también molido de alma y cuerpo. Podemos imaginarnos cómo se sentiría por la nota —en todo autobiográfica— del viernes 21 de mayo de 1937:

En carne viva. Así te encuentras. Todo te hace sufrir, en las potencias y en los sentidos. Y todo te es tentación... —¡Pobre hijo! Sé humilde. Verás qué pronto te sacan de ese estado: y el dolor se trocará en gozo: y la tentación, en segura firmeza. Pero, mientras, aviva tu fe; llénate de esperanza; y haz continuos actos de Amor, aunque pienses que son sólo de boca.

¿Quién podría imaginarse que, ese mismo viernes, 21 de mayo, escribiría a Lola Fisac invitándola a ser nieta suya, como quien, tonificado por un buen sueño, dispone de plenas facultades matutinas; y después, esa misma mañana, a continuación, la emprendiera con sus hijos de Madrid sobre el asunto de la reclamación oficial por daños a la Residencia de Ferraz 16?

Si no hablaba a sus hijos con mayor claridad sobre estas materias no era por exigencia de una fuerte censura de guerra sino por seguir fielmente su lema de ocultarse y desaparecer, de modo particular en lo referente a su intimidad con Dios. Sin embargo, les dejaba entender lo preciso para que le acompañasen en sus luchas de amor y desagravio, como puede verse por una carta a los de Valencia:

Hoy, el abuelo está triste, alicaído, a pesar de la amabilidad y del cariño de mi gente; y a pesar de la paciencia heroica de mi sobrino Juanito... que no está mandón. Y es que se acuerda de su juventud, y contempla la vida actual: y le entran unas ganas enormes de portarse bien, por los que se portan mal; de hacer el Quijote, desagraviando, sufriendo, enmendando. Y resulta que se le echan a correr el entendimiento y la voluntad (el Amor), y el Amor llega primero. Pero ¡llega tan desvalido, tan sin obras!... El abuelo está triste, porque él no acierta —viejo, sin fuerzas—, si no le ayudan, con su juventud, los nietos de su alma. Filósofo me puse, y tan enmarañado además, que imagino no andar muy expedito de explicaderas.

Reconoce el autor haberse puesto filosófico y enmarañado, y no andar muy expedito de explicaderas. Pero no es para menos. Estas líneas no van escritas a la ligera. Perfectamente explica el sacerdote sus sentimientos. ¿Acaso puede ser más clara la referencia a la purificación mística, o de mayor hondura teológica? En un par de líneas se ha planteado, nada menos, por qué la voluntad (el Amor) se adelanta al entendimiento antes de que haya acabado la operación purificadora del alma.

No son problemas filosóficos suscitados a tontas y a locas, porque en el párrafo que sigue interroga el Fundador a sus hijos sobre cuestiones tan hondas y graves como la Comunión de los Santos, la distancia entre el gozo interior y la alegría "fisiológica", y los dolores y lágrimas de los últimos días. (Aludiendo, evidentemente, a la temporada actual, en que venía sufriendo las purificaciones pasivas).