Página inicio

-

Agenda

22 abril 2024

La muerte de su madre

22 de abril de 1941

François Gondrand, Historia del Opus Dei y de su Fundador

A mediados del mes de abril, su madre había enfermado. Al principio, el médico diagnosticó una pulmonía y don Josemaría estaba preocupado: el Administrador apostólico de la diócesis de Lérida le había pedido que diese unos ejercicios espirituales a sus sacerdotes, y estaría ausente unos días. Sin embargo, el pronóstico relativamente optimista del médico le animó a partir.

Antes de emprender viaje, fue a despedirse de su madre:

-Ofrece tus molestias por esa labor que voy a hacer -le dijo.

Ya salía de la habitación, cuando oyó que su madre exclamaba, en voz baja: -¡Este hijo!

Nada más llegar al Seminario de Lérida, se había arrodillado ante el Sagrario:

-Señor, cuida de mi madre, puesto que estoy ocupándome de tus sacerdotes.

Dos días más tarde, el 22 de abril, pensando también en su madre enferma en Madrid, había dedicado una de sus pláticas a la figura de la madre del sacerdote, diciéndoles que su papel era tan importante que pedía al Señor que concediese a todos sus sacerdotes el que no muriese hasta el día siguiente al que ellos abandonasen este mundo...

Al terminar, se había arrodillado ante el Santísimo Sacramento. De pronto, se había abierto la puerta y el administrador apostólico de la diócesis, Mons. Moll, que participaba en los ejercicios, se había acercado a él.

-Álvaro del Portillo le llama por teléfono.

Doña Dolores había fallecido.

Profundamente impresionado, había vuelto enseguida al oratorio:

-Señor, ¿esto me haces? ¿Mientras yo estaba cuidando de tus curas, Tú me haces esto?

Pronto, sin embargo, había comprendido que el Señor se había llevado a su madre porque estaba madura para el cielo. Y habían venido las lágrimas, abundantes como las de un niño, mientras rezaba una oración que había recomendado muchas veces a quienes tenían que aceptar un querer divino especialmente doloroso:

Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios, sobre todas las cosas. -Amén. -Amén.

No sin razón, el Señor le había pedido esta renuncia precisamente cuando estaba predicando a los sacerdotes. La paz que había seguido a su lenta y dolorosa invocación le proporcionó la certeza de que su madre, desde el Cielo, intercedería por esos sacerdotes diocesanos a los que él tanto se había dado.

El gobernador civil de Lérida, Juan Antonio Cremades, amigo suyo desde su época de estudiante en la Universidad de Zaragoza, le facilitó un automóvil para que regresara a Madrid.

Cuando el Padre entró en el oratorio de la casa de Diego de León, su madre reposaba ya allí, velada por miembros de la Obra. Arrodillado ante el cadáver, las lágrimas brotaron de nuevo. Y cuando los presentes vieron que se levantaba y pedía una estola, pensaron que quería rezar un responso, pero él entonó el Te Deum...

Con todo, el Padre siguió quejándose, como un hijo:

Dios mío, Dios mío, ¿qué has hecho? Me has quitado todo: todo me lo quitas. Yo pensaba que mi madre les hacia mucha falta a estas hijas mías, y me dejas sin nada... ¡sin nada!

Dos días más tarde, su reacción había sido distinta al dirigirse al Señor en presencia de sus hijos:

Señor, estoy contento porque sé que Tú la quieres y porque has tenido un detalle de confianza conmigo... Hay que procurar que todos mis hijos estén junto a sus padres cuando éstos mueran, pero a veces no será posible. Y has dispuesto, Señor, que en esto haya ido yo delante.