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19 de abril de 1927
Inédito, Algunas fechas de la vida de san Josemaría
Martes de Pascua. Llega san Josemaría a vivir a Madrid. Su intención es obtener el doctorado en Derecho, al mismo tiempo que trabajar en alguna actividad pastoral. Llega en condición de sacerdote extradiocesano, pues está incardinado en Zaragoza. Tiene intención de que su familia -que vive en una situación económica de penuria, pues sus parientes, especialmente el tío Carlos, se niegan a ayudarles absolutamente nada- se traslade a vivir a Madrid, pero debe buscar antes una casa y los medios para sostenerla.
Al llegar a Madrid se presentó en la iglesia pontificia de San Miguel pues ahí le estaban esperando y mostró al Rector los documentos para que se le concedieran licencias ministeriales y poder celebrar Misa ahí. Es probable que no pudiera decir Misa sino hasta el día siguiente, y que ya hubiera celebrado Misa en Zaragoza antes de tomar el tren pues en aquel tiempo no estaba permitida la celebración de la Misa vespertina. El Rector le aclaró que no se trataba de una capellanía sino de celebrar una misa a diario, con derecho a un estipendio de cinco pesetas con cincuenta céntimos (esa cantidad no cubría ni siquiera la pensión diaria en la calle Farmacia 2, donde se había alojado).
Durante los primeros días de su estancia, san Josemaría trató de informarse acerca de los trámites académicos, con la intención de presentarse a examen en la siguiente convocatoria. El día 28 presenta una instancia para examinarse de Historia del Derecho Internacional. Pocos días después de llegar, se traslada a vivir a la casa sacerdotal de la calle Larra, llevada por las Damas Apostólicas del Sagrado Corazón de Jesús.
En el alma de don Josemaría sigue intensamente viva la petición: "Señor, ¡que vea!", por medio de la cual pide a Dios que le haga ver qué es lo que espera de él y que no acierta a saber. Por otro lado, llevaba la intención de abrirse un poco de paso en Madrid, tratando de entrevistarse con el Nuncio a través de una recomendación. Todos los planes fallaron. Después de dos semanas, no había podido ponerse en contacto con el Nuncio y tampoco pudo presentarse a las convocatorias de examen de junio y septiembre, lo que supuso una pérdida económica, pues había pagado unas cincuenta pesetas para matricularse. Tampoco había encontrado la manera de dar clases para ganarse la vida. Vivió una temporada más bien solo.