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20 de marzo de 1931
Pedro Rodríguez<=b>, Camino. Edición crítica
152* ¿No presientes que te aguarda más paz y más unión cuando hayas correspondido a esa gracia extraordinaria que te exige un total desasimiento?
-Lucha por Él, por darle gusto1: pero fortalece tu esperanza.
Octavilla de la misma serie Lh. El fondo de la expresión «dar gusto a Dios» y, sobre todo, el «clima» del punto son paulinos:
«Así pues, estamos llenos de buen ánimo y preferimos salirnos de este cuerpo y volver junto al Señor. Por eso, tanto ahora en el cuerpo como fuera de él, nos empeñamos en agradarle (placere illi)» (2 Co 5, 8-9).
Pero «dar gusto a Dios», en su sentido familiar y coloquial, es expresión «moderna» en espiritualidad. La usaba ya San Alfonso María de Ligorio y, antes, en la mística española, Alonso de Madrid. Se encuentra con frecuencia en el Decenario de Francisca Javiera del Valle. «Dar gusto a Dios» se inscribe en el horizonte de la «vida de infancia» que vivió y predicó el Beato Josemaría, aun antes de conocer los escritos de Teresa de Lisieux, de la que es muy característica esta expresión. Dios llevó siempre a Escrivá por este camino, pero de manera muy intensa en los años 1931-32 y en la Legación de Honduras. Algunos pasajes de los Cuadernos de esos años lo reflejan (en todos la cursiva es mía):
«Día 20 de marzo de 1931: ¿Todos esos pequeños consuelos del Amo, no serán para que yo me fije, sirviéndole, en las cosas pequeñas, ya que no soy capaz de servirle en las grandes? Santa Teresita y mi Santa Merceditas me ayuden a cumplir el propósito firme que hago, ahora mismo, de dar gusto al buen Jesús en los detalles minúsculos de la vida».
Unos días después del pasaje que acabo de citar, escribía:
«Sobre estas consolaciones, voy a hacerme una advertencia. Las deseé... Ahora ya no. Si El las envía... vengan. No las pediré nunca. No quiero hacer nada -según la doctrina de Teresita y Mercedes- por ganar méritos, ni por miedo a las penas del purgatorio: todo, lo mínimo inclusive, quiero, desde ahora para siempre, hacerlo para dar gusto a Jesús».
Y en noviembre de ese mismo año:
«Siento que el Señor me pide más oración: quiere, sin duda, que le dedique exclusivamente, ad hoc, más tiempo. Trataré de darle gusto».
«No por soberbia, al sentir la falta de toda virtud en mí, sino por la pena de pensar que ni en eso sé dar gusto a Jesús.
En 1938, en la predicación de Vitoria se encuentra este apunte:
«Santa Teresita: dar gusto a Jesús. Es cuestión de Amor. Reparación».
En síntesis: el clima paulino y la vida de infancia dan, en efecto, el temple a este punto.