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16 de marzo de 1940
John F. Coverdale, La Fundación del Opus Dei
Cuando podía viajar a Zaragoza, les hablaba en grupo y también personalmente con cada uno. Uno de estos jóvenes recuerda su conversación con Escrivá: “¿Serás capaz de saltar el parapeto? La metáfora, expresada con enorme fuerza y vibración sobrenatural, estaba cargada de sentido. Aún estaba reciente la Guerra de España, en la que dar el asalto final a las trincheras enemigas –expresión de arrojo y bizarría—constituía el colofón de toda batalla.
El planteamiento de nuestro Padre, además del atractivo humano, tenía una irresistible fuerza sobrenatural. Se trataba de superar con la ayuda de Dios todas las dificultades –saltárselas mediante el impulso divino-, para llevar vida de enamoramiento al servicio del Señor, afrontando el trabajo y el estudio cotidianos con denuedo sobrenatural a fin de situar al Señor, mediante el esfuerzo constante, en la cima de todas las actividades humanas”.
El 16 de marzo de 1940 Escrivá predicó a los miembros de la Obra una meditación que tenía por tema el texto del Evangelio “No me elegisteis a mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca” (Juan 15:16). Más tarde, ese mismo mes, se reunió con ellos en un café. Como solía suceder en las reuniones informales que los miembros del Opus Dei designaban con el término genérico de tertulias, la conversación de Escrivá fluía con soltura y sin rupturas de una anécdota cómica a sucesos recientes y preguntas sobre los estudios de unos y otros y asuntos de vida interior y apostolado. En esta ocasión, uno de los participantes recuerda: “Nos habló de presencia de Dios, de múltiples industrias humanas para vivirla con estilo enamorado e intensidad siempre creciente. Muchas temporadas habría de constituir la materia del examen particular. De esta manera viviríamos vida de Fe, lo cual es vivir vida sobrenatural (...). Sólo así podríamos marchar adelante y ser contemplativos en medio de los absorbentes trabajos o del bullicio que pueda rodearnos a lo largo de la vida.
Seguidamente se refirió a la sinceridad. Nos pedía una sencillez total. Era el medio para vivir defendidos frente a toda insinuación del maligno. Particularmente esa sencillez es todavía más inexcusable en estas tres vertientes: fe, pureza, camino (...).
La explicación referente a los Ángeles Custodios fue profunda y especialmente atrayente: ‘Os harán mil servicios, os sacarán de muchas dificultades, viviréis siempre seguros con su protección y su continua asistencia’.
A principios del curso 1940-1941 el apostolado del Opus Dei en Zaragoza estaba bien asentado. Durante los dos años siguientes se continuarían los viajes desde Madrid.
El primer centro se abrió en 1942 y se llamó Baltasar Gracián, que era el nombre de la calle donde estaba situado.