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12 marzo 2024

El primer sagrario

12 de marzo de 1935

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei

Los días que siguieron a la fiesta de San José fueron de gran expectación. De tiempo atrás habían venido preparándose todos para la llegada del Santísimo (del "Residente", por excelencia, como le llamaba don Josemaría, con la esperanza viva de tenerle en casa). El tener un Sagrario en casa fue la razón principal de su salida de Luchana. Y el demonio, ante tan grande acontecimiento, puso obstáculos, indudablemente: el demonio pone chinitas, para retrasar la venida de Jesús al Sagrario de esta Casa, se lee en una catalina. Estando a punto de solicitar el decreto de erección del oratorio, cayó enfermo el Vicario General. Pero el 2 de marzo, ya restablecido el Sr. Vicario, don Josemaría le informaba acerca de los retiros mensuales y de una catequesis que atendían en la Colonia Popular, para terminar la carta con una clara indirecta: pienso que Jesús estaría muy contento, en medio de esta muchachada suya, si tuviéramos Oratorio de verdad y Sagrario. El 12 de marzo presentó una instancia en la Vicaría, solicitándolo.

Destinaron a oratorio la mejor habitación del piso. Consiguieron un altar con ara portátil y, como retablo, un cuadro con la cena de Emaús. Les dieron también Sagrario, ornamentos y candeleros. Unos regalados; otros en préstamo. Don Josemaría, entretanto, sentía la urgencia de que viniese el Huésped: — Jesús, ¿vendrás pronto a tu Casa del Ángel Custodio, al Sagrario? ¡Te deseamos!. En vísperas de San José no había recibido aún contestación a la instancia solicitando un oratorio semipúblico. Quedaban también por adquirir bastantes objetos sueltos, como las vinajeras, la campanilla, la palmatoria, la bandeja de la Comunión, etc. Don Josemaría hizo una lista de ellos, y la guardó, encomendando a San José que algún alma caritativa se los donase. Grande fue su sorpresa cuando, la misma víspera de la fiesta, el 18 de marzo, el portero subió a la residencia con un paquete que le había entregado un señor. Al abrirlo comprobó el sacerdote que contenía todo lo que faltaba; exactamente los objetos enumerados en la lista. Trataron de averiguar quién era el donante. El portero no supo dar más señas sino que lo trajo un señor con barba. No podía ser más justa y precisa la respuesta de San José a sus oraciones. Consciente de ello, en agradecimiento por ese favor que adelantaba la presencia de Jesús Sacramentado en aquella casa, mandó que en todos los futuros centros de la Obra la llave del Sagrario llevase una cadenita con una medalla en la que estuviera inscrito: "Ite ad Ioseph", patriarca del Nuevo Testamento y guardián de la llave del Pan de los Ángeles.