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1972. Fallece don José María Hernández de Garnica
Don José María Hernández Garnica, uno de los tres primeros sacerdotes del Opus Dei, aguardaba la muerte en un Centro del Opus Dei de Barcelona. A él volvió a referirse el Padre a las pocas horas de visitarle:
Hoy he estado con un hermano vuestro... Tengo que hacer unos esfuerzos muy grandes para no llorar, porque os quiero con todo el corazón, como un padre y como una madre. Hace unos meses que no le había visto; me ha parecido un cadáver ya... Ha trabajado mucho y con mucho amor; quizá el Señor ha decidido darle ahora ya la gloria del Cielo...
A principios de 1972 los médicos le habían diagnosticado una enfermedad incurable. En cuanto lo supo el Padre, escribió al Consiliario de España, para que se esmerasen en vivir el acostumbrado cariño sobrenatural y humano con el enfermo, tal como lo pide el espíritu del Opus Dei. Don José María (familiarmente "Chiqui") se hallaba en Pamplona, sin posibilidad de curación, salvo que el Señor dispusiera otra cosa.
Sé que tienes el día muy lleno —le escribía el Padre— y me da alegría: así te será más fácil unirte a las intenciones de mi Misa y de mi oración, y la Madre Nuestra Santa María nos obtendrá de su Divino Hijo que se acaben estos tremendos e increíbles tiempos de prueba, que la Iglesia y las almas padecemos.
Tengo la seguridad de que Jesús, Amor Nuestro, te escuchará especialmente mientras dure esa enfermedad que te ha enviado: aprovéchate de ese privilegio.
Semanas antes, agradeciendo a la Santísima Virgen la paz y el abandono que mantenía el enfermo en el alma, el Fundador le animaba a continuar su fecunda convivencia con el sufrimiento:
Sigue así, hijo mío, que tus molestias son clamor de oración a Jesucristo Nuestro Señor por esta Santa Iglesia suya que se quiere llevar el diablo.
Justamente a la semana de su llegada a Roma, el Padre recibió la noticia de la muerte de don José María. Ese 7 de diciembre de 1972, jueves, reunió a los del Consejo General. En el diario de Villa Tevere, correspondiente al día, se lee:
«Entre lágrimas, nos ha dicho que acababan de llamar por teléfono desde Madrid, para comunicar el fallecimiento de D. José María Hernández de Garnica. Ha sido esta noche pasada, en Barcelona. Él mismo ha pedido que le administraran la Extremaunción.
El Padre ha celebrado enseguida misa por el alma de D. José María. En principio nos dijo que asistiéramos si queríamos. Luego Javi nos ha dicho que el Padre estaba muy afectado y que asistiéramos a la Misa que iba a celebrar D. Álvaro».
En esa misma hora escribía el Padre a don Pedro Casciaro y a don José Luis Múzquiz sendas cartas con idéntico texto:
Me ha llegado hace unos momentos la dolorosísima noticia del fallecimiento de Chiqui (q.e.p.d.). Bien purificado se nos lo ha querido llevar el Señor. No puedo ocultarte que he sufrido —que sufro mucho—, que he llorado.
En el caso de la muerte de Chiqui, como en el de cualquier otro hijo o hija suyos, el Padre asumía por entero, personalmente, todo el dolor de ese duro trance. Jamás se acostumbraba al hecho de que cada día fueran más frecuentes tan dolorosas noticias. Por eso agradecía, como algo que tocaba su corazón de Padre, el cariño que habían mostrado a Chiqui quienes estuvieron a su lado. Aquella pérdida fue "un golpe muy duro", pero incomparablemente mayor era el dolor que entonces experimentaba por la Iglesia. Sufrimiento causado por las brutalidades de los hombres. Mas Dios le venía asistiendo con una gracia especial, para no quedar chafado por el peso del dolor. Y así, en carta del 12 de diciembre de 1972, expone, con sobrenatural clarividencia, este pensamiento:
No os puedo negar que, si el Señor y su Madre amadísima no nos ayudaran con especial asistencia, las horas que ahora vive la Iglesia nos harían sufrir demasiado.
[...] Sedme fieles. Cumplid las normas. No me dejéis la oración. Trabajad con alegría. Desagraviad, con Amor.
Después, veremos cómo toda esta triste y tremenda situación de la humanidad será remediada. Y llegará el día, que podemos anticipar desde ahora, en el que daremos continuas gracias al cielo: ut in gratiarum semper actione maneamus!
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. III). Rialp, Madrid, 2003