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1968. Visita a una hija suya enferma
El 5 de diciembre de 1968, Josemaría Escrivá acude a visitar a Marisa Tordella, una joven italiana, casada y madre de dos niños muy pequeños, que está gravemente enferma. Marisa ha pedido la admisión en el Opus Dei hace pocos meses, pero el Padre quiere conocerla y llevarle unas palabras de aliento y de fortaleza. Pide a los que están en la habitación que les dejen solos un momento.
Marisa le dice:
Padre, estoy tranquila, tengo una confianza grande en que el Señor me ayudará hasta el momento final. Pienso mucho en mis hijos, ¡tan pequeños!... Pero le he pedido a la Madonna el encargo de que me los cuide cuando yo ya no esté...
Escrivá, según su costumbre al tratar con mujeres, ha dejado abierta la puerta de la habitación. Así los que están fuera oyen el rumor de una conversación fluida, animada. Se sorprenden porque, de cuando en cuando, les llegan algunas alegres carcajadas.
El marido de Marisa, muy apenado, muy abatido, se acerca a Monseñor Escrivá, en cuanto le ve salir de la habitación al pasillo.
Tú te estarías preguntando de que hablábamos tu mujer y yo, cuando nos reíamos tanto... ¿Te lo digo?... ¡hablábamos de la muerte!
Ese tuteo con la muerte no es en Escrivá un logro tardío, vejentón y resignado. Es de siempre. Le viene de tener muy arraigado en anhelo de eternidad y muy a flor de piel la conciencia de su temporalidad.
Sobre el dintel de una de las puertas de su cuarto de trabajo hay una inscripción en viejo castellano que, a diario, le recuerda esa tensión dual entre el tiempo y lo eterno: Oh, cuán poco lo de acá. Oh, cuán mucho lo de allá.
Por las noches, ya acostado, reza una oración que él mismo ha compuesto. Es una sencilla aceptación de la muerte. La recita cada vez con un sentido nuevo, como si ésa fuera la última ocasión:
"¡Señor, cuántas veces me has perdonado! Señor, no acudo a tu justicia, sino a tu misericordia ¡Me has perdonado tantas veces!
"Dame una buena muerte: cuando Tú quieras, como Tú quieras, dónde Tú quieras... ¡Ahora mismo, si quieres! Pero, si puede ser, dame el spatium verae poenitentiae (tiempo de verdadera conversión): !que tenga un poco de tiempo para amarte más!. Concédeme borrar en mi vida los restos de maldad. Haz que pueda eliminar ese rastro con más amor de Dios.
"Un poco de tiempo para amarte más". Sí, el desea vivir, vivir para desvivirse trabajando por Dios y por los hombres. Con frecuencia les dice a los suyos que "es antieconómico morirse joven".
Pilar Urbano. El hombre de Villa Tevere. Plaza y Janés, Barcelona, 1995, 7ª ed.