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1939. Comienza la labor en Zaragoza
Zaragoza era otro lugar natural de expansión del Opus Dei: tenía una importante universidad y Escrivá conocía a gente desde sus días de seminario. Además, había reanudado viejas amistades en sus visitas a la ciudad durante la Guerra Civil. Albareda procedía de Caspe, localidad cercana a Zaragoza, y su hermano mayor, Manuel, era muy conocido en la ciudad.
A finales de noviembre de 1939, Albareda viajó a Zaragoza. Pasó por la Basílica del Pilar para poner en manos de la Virgen el futuro del apostolado del Opus Dei en la ciudad y explicó a su hermano lo que la Obra quería hacer. Como el Opus Dei siempre desarrollaba sus actividades con la bendición del obispo local, también le pidió a su hermano que solicitara al arzobispo la autorización necesaria para empezar la labor apostólica en Zaragoza. En este primer viaje, Albareda se puso en contacto con varios estudiantes y les explicó brevemente los objetivos e ideales del Opus Dei
Animados por los resultados de este primer viaje, Escrivá, del Portillo y Albareda salieron en coche hacia Zaragoza el 26 de diciembre de 1939. A pocos kilómetros de Madrid, el coche se averió y tuvo que ser remolcado. Escrivá, que tenía fiebre, volvió a Madrid con del Portillo, mientras que Albareda cogía un tren para Zaragoza. Dos días después, aunque Escrivá no estaba repuesto del todo, él y del Portillo también viajaron. Albareda, su hermano Manuel y Alvira, que había acompañado a Escrivá en el paso de los Pirineos, los recogieron en la estación y los llevaron a casa de Manuel.
Las primeras actividades en Zaragoza fueron similares a las de Valladolid: ponerse en contacto con estudiantes y jóvenes profesionales, amigos de otros amigos ya conocidos, y explicarles el ideal de santidad y apostolado en medio del mundo, mediante la santificación del trabajo y de las demás actividades cotidianas. También hablaron de abrir pronto una residencia en Zaragoza.
Hasta mediados de febrero de 1940, no se hicieron nuevos viajes a Zaragoza. Desde entonces hasta el final del año escolar, Múzquiz, del Portillo, Botella y Rodríguez Casado pasaban allí muchos fines de semana. Ni la casa de Manuel Albareda, donde se alojaron en algunas ocasiones, ni las habitaciones de un hotel les proporcionaban un sitio adecuado para mantener una conversación personal. A menudo se iban a pasear por la ciudad para hablar en privado.
Múzquiz, por ejemplo, explicó el Opus Dei a un joven estudiante de Navarra, José Javier López Jacoíste, mientras daban vueltas y más vueltas a la plaza principal de la ciudad. Era una tarde agradable y la plaza estaba llena de cadetes de la academia militar, soldados destinados en Zaragoza, familias y niñeras con críos que habían salido a pasear. Cuando Múzquiz terminó su explicación y mencionó que Jesús Arellano, otro estudiante navarro, había decidido entregar su vida a Dios en el Opus Dei, López Jacoíste respondió sobre la marcha, sin esperar ni siquiera a regresar al hotel, “yo también”. A Arellano y López Jacoíste se les unieron en los meses siguientes Javier Ayala y José Ramón Madurga.
John F. Coverdale, La fundación del Opus Dei.