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24 diciembre 2024

San Josemaría hoy: 1943. La importancia de la oración

1943. La importancia de la oración
Las dificultades fueron minando paulatinamente el optimismo, las energías y la paz interior de las administradoras de la Residencia de Moncloa. De manera que, al acabar el primer trimestre, habían dado al traste con aquel consejo de que nuestra vida debe tener ritmo uniforme, como el tic-tac de un reloj. Además, con el afán de dedicar más horas al trabajo, las robaban al sueño.
Hacía algún tiempo que no habían visto al Padre. Las jornadas prenavideñas habían sido de mucha brega, y coincidían con un final de trimestre. Se acumuló el trabajo. Los estudiantes marchaban de vacaciones y reclamaban la ropa de lavandería antes de la fecha fijada. Algunas empleadas del hogar fueron a pasar esos días de fiesta con sus familias. Y, por si era poco, se les echaron encima los preparativos propios de la Navidad.
El 23 de diciembre fue por allí el Padre. Iba a felicitarles, por adelantado, las fiestas; y les traía un regalo de parte de tía Carmen. Llamó a Nisa y a Encarnita, que pronto aparecieron en el comedor. Les enseñó el regalo: una bandeja de madera lacada, con un diseño de pájaros de brillante plumaje. Arrimó don Josemaría una silla de la mesa de al lado y se dispuso a charlar un breve rato con sus hijas. No tenían nada especial que contarle, salvo la desazón por la que atravesaban. Confiada y espontáneamente se desahogaron ambas.
El Padre, paciente y sereno, las escuchaba con atención. De cuando en cuando las interrumpía, dándoles ánimo y asegurándoles que aquello no duraría mucho.
— «Además, como tenemos tanto trabajo —le explicó una de ellas—, no tenemos tiempo de hacer la oración y la hacemos trabajando y, prácticamente, sin darnos cuenta de que hablamos con Dios...»
— «Es que Vd. piensa cosas, con la imaginación —intervino tímidamente la otra—, y nos pide imposibles».
De repente aquel sacerdote, fuerte ante las contradicciones, hundió la cabeza entre las manos y rompió en sollozos. Nisa y Encarnita le miraron doloridas y en silencio. Pasó un corto espacio de tiempo. El Padre se serenó, alzó el rostro y, echando mano del regalo que había traído, cortó un trozo del papel que lo envolvía. Tomó luego la pluma y comenzó a escribir:
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1/ sin servicio
2/ con obreros
3/ sin accesos
4/ sin manteles
5/ sin despensas
6/ sin personal
7/ sin experiencia
8/ sin dividir el trabajo
Al llegar aquí, trazando una raya, como para aislar las dificultades, comenzó a enumerar los remedios:
1/ con mucho amor de Dios
2/ con toda la confianza en Dios y en el Padre
3/ no pensar en los desastres, hasta mañana durante el retiro.
23 dic. 1943.
Luego, con mucha paz y la sonrisa en el rostro, les entregó el papel y les anunció también que les predicaría el retiro y les hizo unas recomendaciones para que celebrasen con una buena cena la Nochebuena, deseándoles una feliz Navidad.
El 24 de diciembre les dio el Padre el prometido retiro espiritual, desbordante de fe y optimismo, seguro de que sus hijas no olvidarían nunca la lección de aquella pasada experiencia, en que había estado a punto de irse al garete la esperanza puesta en el apostolado de las administraciones.
Lloré, hija mía —decía el Padre a Encarnita—, porque no hacíais oración. Y, para una hija de Dios en el Opus Dei, el trabajo más importante, ante el que hay que posponer todo lo demás, es éste: la oración.

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. II). Rialp, Madrid, 2002