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2 diciembre 2024

San Josemaría hoy: 1937. Por fin llegan a Andorra

1937. Por fin llegan a Andorra
Los fugitivos allí presentes, antes de despedirse, rezaron juntos la Salve. En grupos separados, sintiendo bajo la pisada la igualdad del suelo, tomaron el camino hacia Sant Juliá de Loria. Iban rezando el rosario cuando llegó a sus oídos el grato tañido de unas campanas, que les produjo, de golpe, esa indescriptible sensación de quien recobra la libertad y se despoja del miedo. Deo gratias!, Deo gratias!, repetía para sí el Padre esa mañana del 2 de diciembre de 1937.
A la entrada del pueblo los gendarmes franceses les detuvieron, registrando sus nombres como "refugiados políticos". Desayunaron en un bar café con leche y queso con pan, blanco, esponjoso, calentito. Pidieron que les abriesen la iglesia —la primera iglesia no profanada que habían visto desde 1936—, e hicieron la visita al Santísimo Sacramento. (No podía don Josemaría decir misa a causa de las normas litúrgicas sobre el ayuno entonces vigentes).
A media mañana se habían instalado ya en el Hotel Palacín de Les Escaldes, a un paso de la capital del Principado, Andorra la Vieja. Por la tarde se fueron todos juntos a Andorra, a poner un telegrama al hermano de José María Albareda, que residía en San Juan de Luz, a ocuparse de los requisitos de vacunación y a hacerse las fotos que les exigían los gendarmes para tramitar el salvoconducto. De repente el corazón le dio un brinco a don Josemaría al ver una sotana en medio de la calle. Mosén Luis Pujol, que caminaba en dirección contraria a la suya, vio a su vez que se le acercaban seis u ocho hombres, muy mal trajeados y con el calzado roto. «Del grupo —refiere— se adelantó una persona que, con los brazos abiertos, me saludó al tiempo que decía: ¡Gracias a Dios que vemos un cura!». Aquel abrazo fue el comienzo de una perdurable amistad entre mosén Luis Pujol y don Josemaría, que aprovechó ese primer encuentro para informarse sobre dónde podía decir misa al día siguiente.
Enviado el telegrama y hechas las otras gestiones, escribió una tarjeta al Cónsul de Honduras, Pedro de Matheu Salazar, que era tanto como notificarlo a todos los suyos en Madrid:
Escaldes (Andorra) — 2-Dic.-937.
Mi estimadísimo amigo: antes de volver al Pacífico, donde veré a José Luis, he querido visitar este simpático Principado de Andorra, ya que, por la situación de España, no me atrevo a llegar hasta Madrid. Mañana saldré, con mi hermano Ricardo y el resto de la familia, para S. Juan de Luz. Póngame a los pies de Mila y Consuelito.
Le abraza
Josemaría.
Luego se volvieron al hotel. Cenaron y se fueron a la cama, con la loable intención de rezar el santo rosario antes de dormirse, como les había dicho el Padre haciéndose cargo de que se caían de sueño. («Creo —escribe el cronista— que nadie llegó a empezarlo. Lo que me extraña es que no nos durmiéramos quitándonos las alpargatas»).

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. II). Rialp, Madrid, 2002