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18 diciembre 2024

San Josemaría hoy: 1939. Consigue el doctorado en Derecho

1939. Consigue el doctorado en Derecho
No bien acabó el verano de 1940, cuando don Josemaría ya había conseguido poner en marcha su acariciado proyecto. La demanda de tesis, para que hubiese doctores con título que se dedicasen a la enseñanza universitaria, no era exigencia extemporánea. Respondía, por el contrario, a uno de sus múltiples planes, animosamente concebidos y sostenidos con tenacidad. Desde que, a poco de instalarse en Madrid, hablaba en las sobremesas de la Residencia de Larra acerca de los intelectuales, estaba más y más convencido del inmenso apostolado que quedaba por hacer en ese campo. Ante los clérigos, compañeros de pensión, el entusiasta y joven sacerdote comparaba la acción de las grandes inteligencias a las aguas bienhechoras que, en la época del deshielo, bajan de las montañas y hacen fructificar los valles. Sin duda, esta idea del apostolado de la inteligencia había prendido en cuantos le escuchaban, ya que Isidoro, al dar noticias a terceros sobre el piso de Martínez Campos, escribe: «Hay varias tesis en perspectiva y se están preparando oposiciones a cátedras; también estos temas tienen que ser motivos de preocupación para todos ya que constituyen uno de los fundamentos del desarrollo de nuestro negocio».
Entre los intelectuales, efectivamente, se hallan las cabezas rectoras de toda sociedad. De manera que cualquier intento serio de recristianizar las estructuras sociales ha de dirigirse a ellos, si es que de verdad se pretende llegar a todos. Así lo dejó dicho y escrito el Fundador en otro lugar, dirigiéndose a los que, andando el tiempo, habían de realizar ese apostolado:
Servir a todos los hombres: tenemos, como campo de nuestro apostolado, a todas las criaturas, de todas las razas y de todas las condiciones sociales. Por eso, para llegar a todos, nos dirigimos primero —en cada ambiente— a los intelectuales, sabiendo que a través de ellos pasa necesariamente cualquier intento de penetración en la sociedad. Porque son los intelectuales los que tienen la visión de conjunto, los que animan todo movimiento que tenga consistencia, los que dan forma y organización al desarrollo cultural, técnico y artístico de la sociedad humana.
En repetidas ocasiones, ya fuese en conversaciones privadas, ya predicando a algún grupo de profesionales, don Josemaría enseñaba incansablemente cómo hacer rendir los talentos que el hombre ha recibido de Dios, cómo crearse un noble prestigio santificando el trabajo y santificando a los demás por medio de ese trabajo. Esto es, sin hacer del empeño profesional un escalón para encumbrarse, sino peana donde ensalzar al Señor de todo lo creado. Obrando con libertad en cuanto a la orientación científica y haciéndose siempre responsable de las decisiones tomadas libremente. En algunas de estas ideas, oídas de labios del Fundador se inspiraron varios profesionales, entre ellos José María Albareda, para presentar un proyecto de ley del que nació, en noviembre de 1939, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Mal podría, sin embargo, exigir el Padre que sus hijos se desvivieran para terminar las tesis doctorales si antes no les daba el debido ejemplo, como siempre hacía en los demás terrenos que predicaba. Consciente de lo que significaba ese empeño, en otoño de 1939 acabó sus tareas de investigación en Las Huelgas de Burgos y en otros archivos madrileños. Hazaña nada chica, por los muchos sacrificios que le impuso la falta de tiempo. El 18 de diciembre realizó, por fin, el examen de Grado de Doctor, con un "Estudio histórico canónico de la jurisdicción eclesiástica Nullius dioecesis de la Abadesa de las Huelgas de Burgos", que mereció la calificación de Sobresaliente.
Y, por lo que hace a la labor docente, don Josemaría desempeñó el cargo de profesor en unos cursos organizados por el Ministerio de la Gobernación, de los que surgió al año siguiente la Escuela Oficial de Periodismo. Tanto el Director General de Prensa como el Obispo de Madrid poco menos que le forzaron a que se encargase de explicar la asignatura de Ética general y Moral profesional. No duró mucho su docencia, porque a finales de 1941 las competencias en materia de Prensa pasaron a depender de la Vicesecretaría de Educación Popular. Con el cambio, se confeccionó un nuevo plan de estudios, que no incluía la asignatura de Ética. En consecuencia, don Josemaría no continuó como docente.

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. II). Rialp, Madrid, 2002