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1931. El demonio le ataca
San Josemaría lo escribió en sus Catalinas: "Octava de la Inmaculada Concepción, 1931: En la tarde de ayer, a las tres, cuando me dirigía al colegio de Santa Isabel a confesar las niñas, en Atocha por la acera de San Carlos, esquina casi a la calle de Santa Inés, tres hombres jóvenes, de más de treinta años, se cruzaron conmigo. Al estar cerca de mí, se adelantó uno de ellos gritando: "¡le voy a dar!", y alzaba el brazo, con ademán que yo tuve por recibido el golpe. Pero antes de poner por obra esos propósitos de agresión, uno de los otros dos le dijo con imperio: "No, no le pegues". Y seguidamente, en tono de burla, inclinándose hacia mí, añadió: "¡Burrito, burrito!". Crucé la esquina de Santa Isabel con paso tranquilo, y estoy seguro de que en nada manifesté al exterior mi trepidación interna. Al oírme llamar, por aquel defensor, con el nombre -burrito, borrico- que tengo delante de Jesús, me impresioné. Recé en seguida tres avemarías a la Santísima Virgen, que presenció el pequeño suceso, desde su imagen puesta en la casa propiedad de la Congregación de San Felipe". Y don Álvaro comentaba: "No le gustaba al Padre narrar sucesos de tipo sobrenatural, que tenían relación con su persona. Sin embargo, esta anécdota me la ha referido en más de una ocasión. Hacía notar, al contarla, que la hora no era propicia a engaños, porque se trataba de un día de mucho sol, y eran solamente las tres de la tarde. Al contarme lo que dijo al Padre su defensor, me dijo que había oído burrito, burrito: y este modo que empleaba San Josemaría, para llamarse a sí mismo, no lo conocía nadie -aparte de Dios Nuestro Señor- más que su confesor, el P. Sánchez. El Padre atribuyó el ataque a una acción diabólica, y la defensa a su Ángel Custodio". Al día siguiente del suceso, escribió el Padre en sus Catalinas: "16 de diciembre de 1931: Ayer estuve como cansado, a consecuencia indudable del asalto de la calle de Atocha. Estoy convencido de que fue cosa diabólica. D. Norberto lo cree así también. El que trató de agredirme tenía una cara de insensato terrible. De los otros dos no recuerdo nada. Entonces -y después tampoco- no perdí la paz. Fue una trepidación fisiológica, que me aceleró la marcha de mi corazón y que me di cuenta de que no se manifestó al exterior, ni en un gesto. Me pasmó, según conté, el tono de ironía, de burla que empleó para llamarme, por dos veces, burrito. Instintivamente, elevé mi corazón y me puse a rezar tres avemarías a nuestra Señora. Después anoté a la letra en mi cuartilla las frases de aquella gente".
Anónimo. Algunas fechas de la vida de san Josemaría. Inédito.