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10 diciembre 2024

San Josemaría hoy: 1930. Comienzan a rezarse las preces

1930. Comienzan a rezarse las preces
De las fechas fundacionales —2 de octubre de 1928 y 14 de febrero de 1930— había salido don Josemaría firmemente dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a buscar la santidad, ya que ése era el mensaje que a todos había de predicar de allí en adelante. Deseo que expresaba de manera contundente cuando escribía:
— Querría, Señor, querer, de veras, de una vez para siempre, tener un aborrecimiento inconmensurable de todo lo que huela a sombra de pecado, ni venial (abril 1930).
En esa temprana etapa de la gestación entendió que era preciso, antes de que saliese la Obra a conocimiento público, el madurar interiormente:
No ha llegado mi hora: antes tengo que aprender a sufrir, tengo que tener oración: necesito retiro y lágrimas (abril 1930).
Comprendió entonces que la futura solidez de la Obra exigía que el Fundador mismo se enterrase en los cimientos, con mucha oración y con mucha expiación:
Vengo considerando —y lo pongo aquí, porque luego, leyéndolo, se graba más en mí y me hace bien— que los edificios materiales, en su construcción, tienen gran semejanza con los espirituales. Y así como aquella veleta dorada del gran edificio, por mucho que brille y por alta que esté, no importa para la solidez de la obra, mientras, por el contrario, un viejo sillar oculto en los cimientos, bajo tierra, donde nadie lo ve, es de importancia capital para que no se derrumbe la casa..., aunque no brille como el pobre latón dorado allá arriba... Así, en ese gran edificio, que se llama "la Obra de Dios" y que llenará todo el mundo, no hay que dar importancia a la veleta brillante. ¡Eso ya vendrá! Los cimientos: de ellos depende la solidez toda del conjunto. Cimientos hondos, muy hondos y fuertes: los sillares de ese cimiento son la oración; la argamasa que unirá estos sillares tiene un nombre solamente: expiación. Orar y sufrir, con alegría. Ahondar mucho; pues, para un edificio gigante, se precisa una base gigante también (octubre 1930).
Así, pues, se trazó un plan de prioridades en su vida interior:
Primero oración; después expiación; en tercer lugar, muy en tercer lugar, acción (noviembre 1930).
Y, consecuente con ese plan, compuso una oración para que la recitasen diariamente los miembros del Opus Dei, nombre que poco antes había dado ya a la Obra. (Por esas fechas, como se verá, don Josemaría tenía sólo tres seguidores). Nos lo cuenta en una catalina:
Estos días estamos sacando copias de las "Preces ab Operis Dei sociis recitandae". Las aprobó mi confesor. Se ve que el Señor, porque así ha de ser en la entraña su Obra, ha querido que comience por la oración. Orar va a ser el primer acto oficial de los sujetos de la O. de D. Por ahora la labor es personal: sólo nos reunimos para hacer la oración (10-XII-1930).
Don Josemaría mendigaba oraciones por la calle, como va referido. Pedía a sus enfermos que ofrecieran sus dolores en el ara de la expiación, pues tenía una fe indestructible en que los sufrimientos del inocente arrancan las gracias del Señor y compensan nuestras miserias. Armado de esa confianza, esperaba de la oración de los pobres los milagros del cielo. Y no le sorprendía que esas súplicas suyas nunca quedasen pendientes de respuesta. Para él era un hecho comprobado:
De esto tengo una venturosa experiencia —confiesa—: cuando, sin sensiblerías, pero con verdadera fe he pedido al Señor o a Nuestra Señora alguna cosa espiritual (y aun alguna material) para mí o para otros, me la ha concedido (10-II-1931).
Entre otros muchos sucesos, recordaba la caída vertiginosa del periódico "El Sol", y la aparición de "Crisol". Acogida al Patronato de Enfermos, había una pobre mujer, llamada Enriqueta. Era medio lela. Con su lengua de trapo decía al capellán: — "Pade, le quero mucho". El capellán le encomendó que ofreciese las comuniones por una intención suya (que se hundiera "Crisol", el periódico anticlerical).
La soberbia de los sabios —escribió más adelante en sus Apuntes— sería confundida por la humildad de una pobrecita ignorante. Y así ha sido. "Crisol" no tiene vida. Van a sacar otro diario —Luz—, pero indudablemente, si Enriqueta la Tonta continúa orando, ese candil va a quedarse pronto sin mecha |# 105|. Jamás cesó don Josemaría de pedir oraciones, mendigando por todas partes esta limosna espiritual, hasta el punto, insistía, de ser en él, en su persona, como una segunda naturaleza.
Y daba las razones para ello: — Estoy segurísimo del poder sin límites de la oración [...]. La oración anticipará la hora (la hora de acabar la gestación) de la O. de D. Porque la oración es omnipotente. Para él representaba algo así como el oxígeno, que no cesa de respirarse, como la panacea para todo tipo de males. Si vienen agobios y preocupaciones, un rato de oración —escribe— es el quita pesares de los que amamos a Jesús.

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei (vol. I). Rialp, Madrid, 1998, 3ª ed.