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7 noviembre 2024

En la Legación de Honduras

7 de noviembre de 1936

François Gondrand, Historia del Opus Dei y de su Fundador

Las tropas republicanas, mandadas por el General Miaja y reforzadas por las Brigadas Internacionales, habían rechazado un nuevo ataque del General Franco, el 7 de noviembre. La batalla, en la Ciudad Universitaria, había proseguido hasta el 23. Para entonces, la mayor parte del personal de las embajadas ya había abandonado Madrid.

El Gobierno republicano sabía perfectamente que muchos españoles habían buscado refugio en distintas dependencias diplomáticas y, una noche, la policía había irrumpido en la Legación de Finlandia (donde ya no estaba Álvaro) y había detenido a 525 personas. Otras cuatro representaciones serían asaltadas también.

Estos acontecimientos contribuyeron a aumentar el nerviosismo de los forzados huéspedes de la Legación de Honduras, por lo que don Josemaría se esfuerza por suavizar los roces inevitables. Todos se dan cuenta, también, de que es el único que no celebra ruidosamente los triunfos de los nacionales. Piensa, sin duda, en las heridas que habrá que curar cuando llegue el momento de unir esas dos Españas enfrentadas mutuamente en lucha fratricida.

El Padre se las arregla para que los que están con él constituyan un factor de paz en la sobrecargada atmósfera de la Legación. Les exhorta a la paciencia y les anima a "crecer por dentro": Los acontecimientos públicos te han metido en un encierro voluntario, peor quizá, por sus circunstancias, que el encierro de una prisión. -Has sufrido un eclipse de tu personalidad (...). -La falta de hojas y de flores (de acción externa) no excluye la multiplicación y la actividad de las raíces (vida interior). Trabaja: ya cambiará el rumbo de las cosas, y darás más frutos que antes y más sabrosos.

Isidoro, por prudencia, tiene que espaciar las visitas. Dos niños -un hermano y una hermana de Álvaro del Portillo- aseguran el enlace con el exterior. Llevan entre los zapatos y los calcetines las meditaciones escritas del Padre.

Don Josemaría sigue confiando en el porvenir de la Obra: ¡Las aguas pasarán a través de las montañas! (Ps. CIII, 10). Pero sufre con su encierro.

Los meses transcurridos han supuesto también para él una ruda prueba física. Un día en que su madre fue a verle no le reconoció más que por la voz. Había perdido más de cuarenta kilos a causa de los sufrimientos, de la escasez de comida y de las privaciones que se había impuesto.