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12 de noviembre de 1937
John F. Coverdale, La Fundación del Opus Dei
Casciaro, Botella y Fisac, junto a Escrivá, Albareda y Jiménez Vargas, pasaron la noche del 12 de noviembre de 1937 en lo que había sido la rectoría de la parroquia de Pallerols, a dos o tres kilómetros de Vilaró. Ambas, la iglesia y la rectoría, habían sido saqueadas. Su guía les instaló en una pequeña habitación del piso de arriba que tenía la ventana tapiada y el suelo cubierto de paja.
A la luz vacilante de una vela, Casciaro vio en la cara de Escrivá una expresión tan ansiosa y abatida como nunca desde que le conocía. Escrivá y Jiménez Vargas discutían en voz baja, pero apasionadamente. Botella estaba más cerca y pudo oír parte de la conversación. Le dijo a Casciaro que Escrivá se sentía incapaz de seguir adelante al pensar en los peligros que estaban pasando los miembros de la Obra en Madrid y que quería volver a la capital.
Escrivá pasó la noche en oración, llorando silenciosamente, roto, debatiéndose entre la necesidad de libertad para ejercer el ministerio sacerdotal y llevar adelante el Opus Dei y el pensamiento de que debía compartir el destino de los miembros de la Obra y los de su propia familia que permanecían en Madrid. Sumido en esta tremenda prueba interior hizo algo que nunca antes había hecho: pedir un signo extraordinario para resolver su dilema. Movido por su devoción a la Virgen María, a la que se invoca como Rosa Mística, le pidió que le diera una rosa de madera estofada si Dios quería que siguiese en su intento de cruzar a la otra zona de España.
Cuando despertaron a la mañana siguiente y comenzaron a prepararse para la Misa, Escrivá continuaba muy preocupado. Durante la noche, en su discusión, Jiménez Vargas le había dicho: “A usted le llevamos al otro lado, vivo o muerto”. Esa mañana, ni Jiménez Vargas ni nadie dijo una palabra. Escrivá dejó la habitación en solitario, probablemente para rezar en la destrozada iglesia. Al regresar era otro, su cara estaba radiante de felicidad y de paz. En su mano sostenía una rosa de madera estofada. En 1936 los milicianos habían saqueado la iglesia y quemado el retablo. La rosa, que probablemente había formado parte del marco de rosas alrededor de la imagen de Nuestra Señora del Rosario, había sobrevivido. Escrivá lo entendió como la señal del cielo que había solicitado.
Escrivá raramente hablaba de este suceso. Cuando se le preguntaba por la rosa, normalmente cambiaba el tema de conversación o se limitaba a comentar que la Virgen es la Rosa Mística. Del Portillo, su más estrecho colaborador y primer sucesor, explicó por qué Escrivá no solía hablar sobre esta u otras gracias extraordinarias que había recibido: “En primer lugar, por humildad, porque era el protagonista de estos hechos, el que recibía esas gracias, esos mimos de Dios, de los que ha habido muchos en la historia de la Obra. Y, por otra parte, no le interesaba divulgar ni entre sus hijos estas caricias del Señor, para que todos nosotros supiésemos y viésemos que hay que hacer el Opus Dei no por ‘milagrerías’, sino porque es Voluntad de Dios”.