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11 de noviembre de 1966
Pilar Urbano, El hombre de Villa Tevere
En 1966, el 11 de noviembre, recibe en Villa Tévere a una familia acomodada de Barcelona, los Vallet. Es un grupo numeroso. Entre ellos va un niño, vestido con el elegante uniforme de colegial de Viaró. El Padre toma aparte al chaval y le hace reflexionar sobre un hecho que, tal vez, hasta entonces le ha pasado por alto: Sus padres pagan una cantidad "equis" de dinero al Colegio Viaró, para que también pueda cursar allí sus estudios otro niño, hijo de una familia con recursos económicos escasos. Eso es repartir. Eso es vivir la justicia social y la solidaridad humana.
Después, volviéndose a los mayores, remachará la misma idea:
- Hay que conseguir que desaparezcan los pobres, elevándolos; no hundiendo a las clases más altas.
En incontables ocasiones expresará el criterio cristiano de esa justicia social que "no es lo que dicen los marxistas; no es la lucha de clases: eso es una gran injusticia (...) la justicia social no se hace con violencia, ni a tiros, ni formando facciones". Y también: "Tienen que subir los de abajo. Los de arriba, si no valen, se caen solos".
Es todo lo contrario del nuevo pobrismo revanchista, o del igualitarismo que enaniza a todos, a fuerza de rasar por lo bajo, hundiendo a unos pocos y no elevando a ninguno: "Queremos -dice un día de mayo de 1967, a unos cuantos numerarios- que cada vez haya menos pobres, menos gente sin formación, menos que sufran por la enfermedad, por la invalidez, o por la vejez. Y a eso vamos... Pero eso no se consigue enfrentando a unos con otros. Además -insiste- los de arriba se caen solos. Lo que hay que hacer es promocionar a los de abajo. Nosotros somos enemigos de la violencia".
Pasea, mientras le enseñan unas obras, en Molinoviejo. Ve de lejos a Juan Cabrera, el capataz. Le espera con los brazos abiertos y le saluda efusivo con un abrazo bien prieto. Después, durante el recorrido, charla con todos los obreros que se encuentra. Les dice que tienen que estar bien remunerados... "y si no es así, hacedlo saber". Un carpintero le tranquiliza:
- Padre, no se preocupe: nos pagan muy bien.
- Mira, hijo, yo quisiera que todos vuestros hijos pudieran estudiar. Y no lo digo de boquilla: dedico buena parte de mis esfuerzos a conseguirlo.