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30 octubre 2024

La biblioteca de Jenner

30 de octubre de 1939

Onésimo Díaz, Posguerra

Una vez terminados los últimos arreglos en la biblioteca de la residencia, el 30 de octubre, quedó abierta para el estudio y la consulta de libros. Como en la antigua sede de Ferraz, los amigos de los residentes solían ir a estudiar a esta biblioteca, y los que deseaban recibir formación cristiana acudían a hablar y escuchar al fundador.

En este lugar tan característico conviene detenerse. No se le llamaba biblioteca en el sentido de lugar donde se dispone de libros ordenados para su lectura, sino que se le denomina­ba más bien sala de estudio, es decir, lugar donde se iba fun­damentalmente a estudiar en un ambiente de silencio. Esto obedecía a un aspecto del espíritu del Opus Dei que entonces sonaba a novedad: la búsqueda de la plenitud cristiana a tra­vés del quehacer humano (ya sea estudio o trabajo) realizado con la máxima perfección y con sentido sobrenatural. Para el fundador, el mundo necesitaba intelectuales bien formados, tanto en el ámbito académico como en el aspecto cristiano. Por eso, animaba a que los jóvenes dedicaran muchas horas a estudiar: de ese modo obtendrían calificaciones óptimas y adquirirían prestigio profesional. En la Instrucción sobre la obra de San Rafael (1935), documento sobre el modo de for­mar cristianamente a la juventud en el espíritu del Opus Dei, escribió lo siguiente:

Se inutiliza el talento de muchos jóvenes católicos de valía, apar­tándolos de su labor cultural y haciéndoles perder el tiempo, con secretarías y presidencias de juntas y juntillas, y con propagan­ da: hoy, dar una conferencia; mañana escribir un artículo. Cosas admirables, pero que nada tienen que ver con su formación pro­fesional, y que, en el caso concreto de que venimos hablando, son perjudiciales, no solo para el porvenir del joven presidente, secretario o propagandista (con frecuencia, es las tres cosas simul­táneamente), sino para el mismo apostolado.