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28 de octubre de 1931
Inédito, Algunas fechas de la vida de san Josemaría
San Josemaría deja de trabajar en el Patronato de Enfermos de Madrid. Había comenzado a colaborar en las actividades del Patronato un mes después de haber llegado a vivir a Madrid (llegó el 19-IV-1927). El nombramiento de capellán de la iglesia del Patronato se le concedió a el 10-VI-1927 a petición de doña Luz Rodríguez Casanova, fundadora de las Damas Apostólicas.
El Padre escribió más tarde: "La primera vez que se me dieron (licencias ministeriales) en la diócesis de Madrid, a petición de M. Luz Casanova fueron generales, si no recuerdo mal: de celebrar, confesar y predicar". Llevaba, pues, unos cuatro años trabajando en el Patronato cuando lo dejó.
Se daba cuenta de que Dios le venía pidiendo de muchos meses atrás que dejara el Patronato de Enfermos para dedicarse con más intensidad a la Obra. Tenía claro que debía tratar de quedarse en Madrid puesto que la Obra había nacido ahí. Pero, como sacerdote extradiocesano, tropezaba con la conocida dificultad de obtener permiso y licencias del Obispo de Madrid.
Comenzó a pedir a Dios que le ayudara a resolver ambos problemas, y anota: "Ha sido el señor quien ha puesto el punto final. Venía pidiendo yo en la Santa Misa que se arreglaran las cosas de modo que pudiera dejar de trabajar en el Patronato. Creo que fue el quinto día de hacer esta petición cuando el Señor me oyó: fue El: no cabe duda, porque accedió a mi súplica con creces... La concesión fue acompañada de humillación, injusticia y desprecio. ¡Bendito sea!".
El 18 de junio de 1931 se le concedió el permiso de dejar las Damas Apostólicas del Patronato de Enfermos, pero no quiso dejar de atenderlas hasta que las religiosas hallaron un sustituto. El último día que trabajo ahí fue el 28-X-1931. Escribió al día siguiente: "Otro favor del Señor: ayer hube de dejar definitivamente el Patronato, los enfermos, por tanto: pero, mi Jesús no quiere que le deje y me recordó que El está clavado en una cama del hospital...".
Poco tiempo antes anotaba en sus Apuntes Íntimos: "Voy a dejar el Patronato. Lo dejo con pena y con alegría. Con pena, porque después de cuatro años largos de trabajo en la Obra Apostólica, poniendo el alma en ella cada día, bien puedo asegurar que tengo metido en esa casa Apostólica una buena parte de mi corazón... Y el corazón no es una piltrafa despreciable para tirarlo por ahí de cualquier manera. Con pena también, porque otro sacerdote, en mi caso, durante estos años, se habría hecho santo. Y yo, en cambio, ... Con alegría, porque ¡no puedo más! Estoy convencido de que Dios ya no me quiere en esa Obra: allí me aniquilo, me anulo. Esto fisiológicamente: a ese paso, llegaría a enfermar y, desde luego, a ser incapaz de trabajo intelectual".
San Josemaría guardaba con especial cariño en su corazón la atención a tantos enfermos y moribundos de esos cuatro años: "pienso que algunos enfermos, de los que asistí hasta su muerte, durante mis años apostólicos (!), hacen fuerza en el Corazón de Jesús". Y en otro lugar de sus Apuntes escribió: "En el Patronato de Enfermos, quiso el señor que yo encontrara mi corazón de sacerdote".
Este día de su despedida, el Señor permitió que sufriese un pequeño disgusto, que escoció muy de veras su sensibilidad. Un injusto comentario a sus espaldas del que se enteró luego. Don Álvaro contó después: "Se trató de una pequeñez sin importancia, según me aseguró el Padre, pero el Señor permitió que le doliera de veras". El Padre se despidió de las religiosas, no sólo olvidando lo que tanto le dolió sino pidiéndoles perdón por ello, y concluye este incidente, escribiendo: "Lo del Patronato lo arreglé como el Padre Sánchez me ha dicho: muy afectuosamente: les volví a rogar que perdonen cuanto haya podido desedificarlas con mi carácter, etc.".
Pasó entonces al Patronato de Santa Isabel. El cambio a Santa Isabel no fue una solución pensada por él. Fue más bien una consecuencia de las circunstancias políticas de España en aquellos momentos y de la generosidad del Padre que se enteró de que las religiosas no tenían sacerdote que las atendiera puesto que ir a celebrar ahí era exponer la vida ya que los alrededores eran rabiosamente anticlericales.
Con esto, además, no resolvía el grave problema económico de la familia pues comenzó a trabajar en el Patronato de Santa Isabel sin nombramiento oficial de ninguna clase y sin recibir retribución económica alguna. A los pocos días de atender la comunidad, las religiosas se dieron cuenta de que el Padre era una ayuda que les llegaba del Cielo y decidieron hacer las gestiones oportunas para conseguir su nombramiento como capellán.
La capellanía le daría continuidad eclesiástica para residir en Madrid (él estaba incardinado en Zaragoza, con permiso para estar en Madrid), puesto que veía claramente que debía permanecer en la capital pues eso ayudaría al crecimiento de la Obra y sabía que el Obispo de Madrid estaba enviando a sus respectivas diócesis a todos los sacerdotes extradiocesanos.
El Padre, sin embargo, no se metía en las gestiones: "En estos días las monjitas de Santa Isabel tratan de conseguir mi nombramiento como Capellán de aquella Santa Casa. Humanamente hablando, aun para la Obra, creo que me conviene. Pero, me estoy quieto. No busco ni una recomendación. Si mi Padre Celestial sabe que será para toda su gloria, El arreglará el negocio (13-VIII-31). Más adelante, anota en sus Apuntes: "que, siempre que convenga para la Obra, me proporcione esa colocación. Pero, si me ha de apartar, ni un milímetro, no la quiero, ni la pido".