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23 octubre 2024

La Santa Misa, bien celebrada

23 de octubre de 1938

Pedro Rodríguez, Camino, edición crítica

530* ¿No es raro que muchos cristianos, pausados y hasta solemnes para la vida de relación (no tienen prisa), para sus poco activas actuaciones profesionales, para la mesa y para el descanso (tampoco tienen prisa), se sientan urgidos y urjan al Sacerdote, en su afán de recortar, de apresurar el tiempo dedicado al Sacrificio Santísimo del Altar?

Texto escrito sobre una octavilla Bl.

Estos p/529 y 530 recogen convicciones muy profundas del Beato Josemaría, fruto de experiencia y estudio: la pausa, la actitud orante y adorante de celebrante y fieles en la liturgia de la Misa fue un tema vivísimo, siempre, en la historia personal del Autor.

En la tarde del día 21-X-1938, estando en Burgos, fue con tres o cuatro miembros del Opus Dei a visitar la Cartuja de Miraflores. Al volver, hicieron juntos un rato de lección espiritual, les dio una meditación y después tuvieron una prolongada tertulia. Lo que ahora nos interesa es aquella lectura, que hay que poner en relación con este p/530. Leyeron unas páginas de un libro que el Autor de C conocía muy bien y que estaba manejando aquellos días. Me refiero a la célebre Instrucción de sacerdotes del cartujo del siglo XVI Antonio de Molina. Eran los caps 12-15 del tratado III, dedicados a la pausa y gravedad con que se ha de celebrar la Santa Misa, sin apresuramiento.

«El libro y el tema -escribe Eduardo Alastrué en el Diario de ese día-, muy interesante: duración de la misa. El autor desmenuza admirablemente la cuestión y quedamos perfectamente enterados, mejor dicho, confirmados en nuestra opinión de que el barullo, la prisa, el decir y hacer todo a medias, si son en las cosas corrientes un gran defecto, en el Santo Sacrificio son intolerables». Las páginas del monje cartujo son, en efecto, piadosas, rigurosas y profundas. Así comienza el cap 12: «Es tan extremado y universal el abuso que hay en este tiempo acerca de decir la Misa acelerada y atropelladamente, que a los que lo miran con ánimos píos y religiosos les lastima mucho y quebranta el corazón».

Lo que el P. Molina veía como algo tan «universal» en el siglo XVII, era igualmente una cuestión pastoral en la época del Beato Josemaría y así lo reflejó en este p/530, escrito por aquellos días sin duda, prolongando la preocupación reflejada en el p/529, ya incluido en la edición de Cuenca.

El día 23 de octubre tuvieron en la habitación del Hotel Sabadell un día de retiro espiritual, al que asistieron los tres recién llegados de la zona republicana y los tres habituales. Predicaba el Beato Josemaría. En el Diario del pequeño grupo se relata detenidamente la jornada, el plan y el contenido de las meditaciones y se nos dice -por eso se trae aquí a colación- que la lectura espiritual se hizo de nuevo con el libro del P. Molina. Es muy coherente que terminaran de leer el tratado III, continuando donde se quedaron el día anterior. Ese final del tratado (cap XVI-XVIII, pgs 271-291) es una vibrante crítica al estado de abandono de muchas iglesias y al deterioro y suciedad de ornamentos y vasos sagrados. Texto digno de releerse. En esta línea se mueve precisamente el p/527.