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13 de octubre de 1948
Ana Sastre, Tiempo de caminar
En marzo de 1948 hay ya algunos miembros de la Obra que viven también en Oporto. A principios de verano se puede contar ya con una casa alquilada en la Rua de Ricardo Severo 131, para abrir una Residencia de estudiantes que debe empezar a funcionar en octubre del mismo año. No se anotan las dificultades de toda índole porque ya son de ordinaria administración. Esta Residencia, que recibe el nombre de Boavista, cuenta el 7 de octubre con las paredes, y en una de ellas, empotrado, como acelerando el tiempo, un reloj. Poco más. Sin embargo, el 8 de diciembre, el Obispo de la ciudad, don Agostinho, bendice el oratorio y el nuevo sagrario de la Obra. No hay bancos pero, presenciando la ceremonia en pie, están los ya numerosos amigos que frecuentan los medios de formación del Opus Dei en Oporto. Y al otro lado del río Duero, allá arriba, en Vila Nova de Gala -el monte de la Virgen, como le llaman en la ciudad-, la Señora guarda en su corazón el amor y las frecuentes visitas que ha recibido de los miembros de la Obra desde su llegada a Oporto.
Iniciado el otoño, el 13 de octubre, el Padre llega a Coimbra. Después de celebrar la Santa Misa en el oratorio de Montesclaros se lleva a dar un paseo largo con él a Mario y a Nuno, las primeras vocaciones de Portugal. Les habla de un inmenso trigal que la gracia de Dios aventará por todos los rincones del mundo. Y de santidad personal. No es una palabra vacía o altisonante: es el trato habitual y cotidiano con Dios. Es el amor sobrevolando las cosas del quehacer diario. Antes de salir camino de Oporto se acerca al cementerio para rezar ante la tumba de Monseñor Antunes, fallecido unos meses antes: el Obispo que tantas pruebas de cariño dio a los primeros de la Obra en Portugal.
Al día siguiente llega a Oporto y disfruta hasta el infinito en la nueva casa de Boavista. Los pocos muebles que hay son prestados. El Padre se reúne con un buen grupo de gente joven y, sentados en el suelo, les transmite su alegría, su amor a Cristo y la vibración de ser instrumentos suyos para acercar a Dios a los compañeros de estudio y de trabajo. Le gusta mucho la casa, y les dice que comienza como todas, sin un mueble.
Se lo hace notar para que comprueben que todo cuanto suceda no será obra suya sino de Dios.