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5 enero 2024

La labor de san Rafael

5 de enero de 1934

La labor de san Rafael

Inédito, Algunas fechas de la vida de san Josemaría

San Josemaría se reúne con dos sacerdotes de los que le ayudaban a atender la labor apostólica y tres profesionales de la Academia DYA para analizar la situación de la academia y para ver posibles planes de crecimiento, a pesar de que la Academia estaba en grandes dificultades económicas. D. Ricardo Fdez-Vallespín cuenta que los dos sacerdotes opinaron que lo mejor era cerrar el piso -la Academia-, ya que mantenerlo abierto, sin recursos, "era como tirarse de un aeroplano sin paracaídas". San Josemaría les propone, sin embargo, abrir una Residencia de estudiantes en una casa más grande. Los sacerdotes se espantan.

NOTA: la atención de la labor de San Rafael en Madrid tuvo en los comienzos varias sedes:

1ª.) Casa de Martínez Campos, donde vivían la Abuela y hermanos del Padre, donde se reunió por primera vez con los de Casa y San Rafael: ahí comenzó la costumbre del Comentario del Evangelio. Sin embargo, el primer círculo de San Rafael no se tuvo aquí, sino en el Patronato de Santa Isabel que fue en donde san Josemaría dio aquella bendición -después del primer círculo- en la que vio "no tres, sino trescientos, tres mil, trescientos mil, tres millones...".

2ª.) Academia DYA en Luchana 33, donde no vivía nadie. Se daban clases de Derecho y Arquitectura, y de ahí las siglas de la Academia. Sin embargo, para san Josemaría significaban: Dios y Audacia.

3ª.) La Residencia en Ferraz 50 (aquí se trasladó también la Academia DYA). Aquí se tuvo el primer Sagrario.

4ª.) La Residencia se traslada a Ferraz 16 pues san Josemaría quería ampliar la Residencia -a pesar de los enormes problemas económicos que eso suponía- para poder hacer más labor apostólica. Esta Residencia fue la que quedó completamente destruida por la guerra civil española.

5ª.) Jenner. Fue la Residencia que san Josemaría abrió inmediatamente después de la guerra civil.

Después se fueron poniendo otros Centros. El primero, fuera de Madrid fue en Valencia.

Al mes de alquilarse el piso de la calle de Luchana, recién terminada la instalación, sucedió algo que dejó estupefactos a los presentes. Era la víspera de la Epifanía. «El Padre nos propuso, al pequeño grupo de sus hijos allí reunidos —refiere Ricardo F. Vallespín—, que para el comienzo del curso 1934-1935, en octubre de 1934, debíamos tener instalada una residencia en una casa más grande, en la que algunos de nosotros podríamos vivir y, así, habría posibilidad de tener un oratorio con el Señor reservado en el Sagrario». Era el único modo de que conocieran y asimilaran el espíritu de la Obra, por convivencia con el Padre, oyendo las explicaciones de sus propios labios y tomando su ejemplo como forma de comportarse.

(Al parecer no todos compartían el optimismo del lema que presidía aquella casa —"Dios y Audacia"—, por lo que cuenta el Fundador de uno de sus sacerdotes:

— Acabada de abrir la Casa del Ángel Custodio, ya me aconsejaba —lleno de apuro— un Hermano mío sacerdote que la cerrara, porque era un fracaso. Efectivamente (no contaré el proceso), no la cerré y ha sido un éxito inesperado, rotundo).

Recién puesta la Academia, y todavía con dificultades pendientes, impulsaba a don Josemaría el impaciente deseo de tener una nueva casa más amplia. Aunque no era, propiamente hablando, inquietud sino docilidad al aleteo de las urgencias divinas: Prisa. No es prisa. Es que Jesús empuja. Efectivamente, el Señor parecía animarle, contribuyendo a la empresa. No habían pasado tres días cuando un alma caritativa le ofreció una muy sustancial limosna, que el Fundador reservó para el nuevo centro que pensaba abrir, como anota el día de su cumpleaños, 9 de enero de 1934.

Ricardo Fernández Vallespín relata que el 5 de enero de 1934 el Fundador se reunió con dos sacerdotes y tres profesionales de la Academia "DYA", que encontraba, una vez más, fuertes dificultades económicas. Presentó a los asistentes a la reunión posibles planes para el futuro. Los dos sacerdotes opinaron que lo mejor era cerrar el piso, ya que era una locura mantenerlo abierto sin recursos. Era como «tirarse de un aeroplano sin paracaídas». En cambio, el Padre concluyó que para el comienzo del curso 1934-35, además de la Academia, debía instalarse una Residencia de estudiantes, en una casa más grande. Por eso escribió luego en «Camino», aludiendo sin duda a ocasiones como ésta: «No hagas caso. -Siempre los "prudentes" han llamado locuras a las obras de Dios. ¡Adelante, audacia!».

Para hacer frente a este desembolso cuenta con algunas personas capaces de entender su tarea. En diversas ocasiones el Fundador se referirá a una mujer generosa, que regaló varios objetos para la Academia "DYA". «Me envió un reloj para la primera labor apostólica que comenzamos, diciéndome: Padre, que no se lo coman... E hizo bien; si no, nos lo hubiéramos comido, como ha sucedido en ocasiones con otras cosas.

Teníamos una gran lucha para conseguir un reloj (...). Cuando habíamos reunido el dinero necesario para comprarlo, surgían necesidades más perentorias y debíamos gastarlo para poder comer».

De la generosidad de ésta y otras personas que tuvo la oportunidad de conocer a lo largo de su actividad sacerdotal, hablará el Fundador, mucho tiempo más tarde, durante un viaje por los países de América:

«Ese sacerdote, hace muchos años, tenía que trabajar y carecía de medios; y fue a una persona muy rica, después de rezar mucho. Aquella persona lo recibió con una amabilidad extraordinaria, porque además era muy atenta y educada. Pero cuando el sacerdote sacó el "sable" -no era militar, pero tenía que dar un "sablazo" pensó: ésta se va a asustar. ¡No se asustó! Aquella santa mujer le dijo: Padre, venga. Le llevó a un salón, movió un cuadro; detrás había una caja de caudales. Abrió, sacó lo que había, se lo dio al sacerdote. Y el sacerdote -muy convencido; está tan convencido ahora de que hizo muy bien, de que salió ganando ella- le dijo: tú me has dado todo lo que tienes, en este momento. Yo te doy, ¡todo lo que tiene Dios! De rodillas. Se arrodilló: la bendición de Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ti y permanezca para siempre. ¡Se quedó más contenta aquella criatura...! Y se ha encontrado su dinero en el Cielo, multiplicado por cien... y la vida eterna».

No les sorprende, por tanto, que el Fundador otorgue mucha importancia a los temas que se refieren al espíritu, y escasa, en cambio, a las dificultades materiales por insolubles que parezcan. Les pide, desde el primer día, que estén unidos en el amor de Jesucristo; que pongan esa bendita fraternidad por encima de todo interés personal, de toda cuestión opinable; se comparte cuanto afecta a la vida y opción de cada uno, pero con el infinito respeto y libertad que han aprendido del Fundador. Para recordarles siempre este precepto, en el piso de Luchana se cuelga un cartel de pergamino donde el Padre ha hecho escribir la frase evangélica: "Mandatum novum do vobis: Ut diligatis invicem, sicut dilexi vos, ut et vos diligatis invicem. In hoc cognoscent omnes quia discipuli mei estis, si dílectionem habueritis ad invicem": Un precepto nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; como yo os he amado, así también amaos mutuamente. En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis amor unos para con otros.