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25 agosto 2024

Un enfermo con buen humor

25 de agosto de 1947

Pilar Urbano, El hombre de Villa Tevere

Transcurren así dos meses de agobiante canícula romana: julio y el ferragosto. El Padre reza, trabaja, estudia, escribe, callejea, habla con unos y otros, ejercita la paciencia... Y está enfermo. Es traicionera e imprevisible su diabetes mellitus: fiebres, deshidratación, arrebatos de sed irrefrenable, cansancio muscular, dolor de cabeza, debilidad, postración... Pero Josemaría no se queja. Nadie, salvo don Álvaro, percibe sus molestias. Incluso va por delante de sus hijos más jóvenes, en el brío y en el buen humor. A veces, al regresar a la casa de Città Leonina derrengados de caminatas y trasiegos entre la burocracia de la Curia, se encuentran con que, por un corte en el fluido eléctrico, no funciona el ascensor. Entonces, el Padre se agarra decidido a la baranda y comienza a subir el primer tramo. Al llegar al rellano, comenta con simpatía:

- Dicen que en esta casa hay cinco pisos, pero me parece que son un poco exagerados: hay cuatro, porque uno ya lo hemos subido...

Un poco más arriba, añade:

- Además, tampoco hay cuatro, sino sólo tres...

Así, con bromas y sin jadeos, llegan a los últimos peldaños. Ahí se detiene, respira hondo y exclama con una sonrisa de picardía:

- ¡Si esta casa no tiene más que dos o tres escalones!

No se trata sólo de un talante natural simpático y optimista: bajo la piel de esa alegría espontánea, que no se queja ante lo fastidioso, hay un hombre tenaz que, días y días, durante años, se aplica al training virtuoso del "ascetismo sonriente".