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10 de julio de 1969
Pilar Urbano, El hombre de Villa Tevere
El 10 de julio, después de la merienda, el Padre y don Álvaro están un rato con las que llevan la administración de la casa. Sale a la conversación que Auma y Mumbúa, dos africanas kenyatas, de color, miembros de la Obra, van a llegar pronto a Roma, con idea de permanecer algunos años "romanizándose" y bebiendo el espíritu del Opus Dei en su propio manantial.
- Las tenéis que ayudar para que se adapten pronto. Pensad que para ellas todo es nuevo y diferente: el clima, la vida en la ciudad, las comidas, los horarios, el idioma...
- Padre, ya están estudiando el castellano...
- ¡Pobrinas, les costará mucho!... Supongo que ya sabéis porqué, aunque la Obra es universal, y no es ni de aquí ni de allá, su idioma oficial es el castellano... ¿No lo sabéis? Eso se decidió ya hace años, en el Congreso General de 1956, como una deferencia hacia España, que es donde la Obra nació.
Pocos días después, el 15, vuelve a estar con ellas. Han venido algunas de Milán: Silvia Bianchi, Sofía Vavaro, Tina... El Padre les habla de la necesidad de allegar vocaciones italianas para la Obra, sin reclinarse en la ayuda de las españolas:
- Aquí, en Italia, hay almas maravillosas...No seáis cobardes. Habladles de Dios. Habladles mucho de Dios, y del Opus Dei. Necesitáis ser más. Las mujeres de la Obra tenéis que desempeñar en la sociedad civil los mismos trabajos que desempeñan los hombres, llegando a donde ellos llegan. Y además, tenéis que sacar adelante las administraciones de nuestros centros. De modo que, lo dicho: necesitáis ser más.
Don Álvaro se ha incorporado a la reunión cuando ya estaba empezada. En ese momento, Escrivá está pidiéndoles que recen por la Iglesia. De pronto, recuerda haber leído en algún periódico la expresión "un sacerdote social":
- Cuando al oro o a la plata se les pone un apellido, es que no son ni oro ni plata de ley. El sacerdote es sacerdote, y basta. Su misión es exclusivamente espiritual: la cura de almas. Y en cuanto se sale de ahí mal.
Le preocupa, le lacera, la desbandada de tantos sacerdotes que, en esos años de desbarajuste posconciliar, cuelgan la sotana y abandonan su vocación. Si alguna vez habla de ello, se le contrae el rostro y se le quiebra la voz.
- Tenemos que rezar más...porque hay sacerdotes que no quieren hacer oración, ni guardar los sentidos, ni hacer examen de conciencia... ¡y es el desastre!
En la Obra todos, jóvenes y menos jóvenes, tenemos que hacer oración, tenemos que guardar los sentidos, tenemos que hacer examen de conciencia...¡Y si no, es el desastre!
Escrivá acusa este verano una alarmante pérdida de visión, sobre todo en el ojo derecho. Al principio, piensa que es algo transitorio y no dice nada. Pero, como transcurren varios días y la dificultad continúa, se lo comenta a Del Portillo y a Echevarría:
- Me cuesta mucho leer, porque apenas veo. Con frecuencia la visión se me queda como borrosa, como difuminada. Y cuando más lo noto es celebrando la Santa Misa. Pienso que convendría resolverlo ¿no?, que me vea un oculista... Y, mientras tanto, ¡paciencia y buen humor! De momento, procuraré trabajar y leer. Y el día que no pueda, ofreceré al Señor esa molestia, esa limitación.