Página inicio

-

Agenda

25 junio 2024

Ordenación de los tres primeros

25 de junio de 1944

Inédito, Algunas fechas de la vida de san Josemaría

Ordenación sacerdotal de los tres primeros, en el Oratorio del Palacio Episcopal de Madrid, por D. Leopoldo Eijo y Garay. En 1940 los tres habían ya comenzado a estudiar teología para prepararse bien.

El Fundador no tuvo que darles grandes explicaciones para pedirles que se ordenaran. El mismo don Álvaro lo comentó: ¡Todo fue muy sencillo! No hay nada barroco en la Obra. El Padre sabía perfectamente que podía disponer de nosotros, y nosotros respondimos libremente, sin ninguna coacción.

Cuando Mons. Leopoldo Eijo y Garay, Obispo de Madrid-Alcalá, supo que don Álvaro -por quien sentía mucho cariño y admiración- iba a recibir la ordenación sacerdotal, le preguntó: - Álvaro, ¿te das cuenta de que vas a perder tu personalidad? Ahora eres un ingeniero prestigioso, y después vas a ser un cura más... Don Álvaro le contestó: Señor Obispo, la personalidad hace muchos años que se la he regalado a Jesucristo..

Asistieron a la ceremonia de ordenación varios de la Obra venidos de distintas ciudades de España, parientes de los tres ordenandos y amigos. Las invitaciones impresas para la Misa de ordenación llevaban en el ángulo izquierdo el sello de la Obra. El texto, en letras doradas y rojas, que había sido redactado por el Padre, decía: "El 25 de junio de 1944, Domínica IV después de Pentecostés, de manos del Excmo. y Rvdm. Sr. D. Leopoldo Eijo y Garay, Obispo de Madrid-Alcalá, recibirán el Sacerdocio Álvaro del Portillo y Diez de Sollano, José María Hernández de Garnica y José Luis Muzquiz de Miguel, de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. El Presidente de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz tiene la alegría de comunicarle tan grata noticia y pide a Usted, por los nuevos sacerdotes, oraciones y sacrificios".

La víspera, por la tarde, san Josemaría fue al cementerio donde reposaban los restos de la Abuela e Isidoro. Después contó que hizo esfuerzos por contenerse, pero que lloró.

Don Leopoldo quiso usar durante la ceremonia de ordenación un báculo más rico que el que usaba habitualmente como símbolo de su alegría. La Misa comenzó a las 10 de la mañana. El Padre estaba en ese mismo momento celebrando la Santa Misa en el oratorio de Lagasca ofreciéndola por los que se ordenaban. Le ayudaba la Misa don José María Albareda.

San Josemaría lo recordaba en 1969: "Durante la ceremonia, celebré Misa pidiendo por mis tres hijos sacerdotes, y José María Albareda me ayudó. Estábamos solos en aquel oratorio que no vale gran cosa, pero al que tenemos tanto cariño". En otra ocasión dijo, refiriéndose a ese día: "Yo estaba muy contento y muy triste a la vez. Sentía la realidad de nuestra vida laical y, de otra parte, la necesidad del sacerdocio era tan clara, que aquello tenía que gustarle a Dios. Estaba con mucha alegría y con mucha tristeza".

Contaba don Álvaro en una tertulia: "Para nuestro Fundador, humana y sobrenaturalmente, aquel era un día de triunfo: después de tantos años de rezar y trabajar para extender la Obra, después de tanta contradicción, después de haber oído decir a muchas personas que no había solución canónica para esta ordenación de sacerdotes, llegaba el momento en que tres hijos suyos iban a ser ordenados presbíteros. El Padre pudo haber ido, lógica y lícitamente, a la capilla del obispo de Madrid, donde don Leopoldo nos ordenó, pero prefirió no encontrarse entre la multitud que acudió a la ceremonia. Pensó que, si iba, todo el mundo le querría felicitar, y sería el centro de las miradas. - Yo escondido, a ocultarme y desaparecer, que eso es lo mío -concluyó-; que solamente Jesús se luzca. Como sabéis, celebró la Misa a la misma hora de la ordenación, en el oratorio de Diego de León, ayudado por don José María Albareda. Su triunfo fue ofrecer al Señor la humildad de desaparecer y de aceptara las críticas de algunas personas que comentaron: - ¿Qué hace?. ¿cómo es que no ha venido?, ¿es que no quiere a sus hijos...?".

Al llegar los tres a Diego de León, san Josemaría les esperaba con una gran emoción. Enseguida quiso besar las manos a don Álvaro, que, muy emocionado, se resistía. Se produjo entonces un cariñoso y rápido forcejeo, pero el Padre, con mucha viveza, asió fuertemente las manos de don Álvaro y le besó las palmas, abrazándolo después. Lo mismo hizo con don José María y don José Luis. Entonces don Álvaro exclamó: "¡Ahora nosotros!". El Padre se oponía y don Álvaro dijo: "Lo decíamos al venir para acá: ahora el Padre no dejará que le besemos las manos".

Antes de la ordenación presbiteral el Padre les había dado el Curso de Retiro -del 13 al 20 de mayo de 1944- en el Monasterio de El Escorial.

A media tarde de este día 25-VI, en el oratorio, dijo a los de Casa: "No quiero hacer historia en este día, pero cuando pasen los años y los más jóvenes que hay aquí peinen canas o luzcan espléndidas calvas, como algunas que ya se ven, y yo, por ley natural, haya desaparecido hace ya mucho tiempo, vuestros hermanos os preguntarán: ¿qué decía el Padre el día de la ordenación de los tres primeros? Respondedles sencillamente: el Padre nos repitió lo de siempre: oración, oración, oración; mortificación, mortificación, mortificación; trabajo, trabajo, trabajo".

Años más tarde escribió el Padre (Carta 8-VIII-1956): "recé con confianza e ilusión, durante tantos años por los hermanos vuestros que se habrían de ordenar y por los que más tarde seguirían su camino, y recé tanto, que puedo afirmar que todos los sacerdotes son hijos de mi oración".

En una tertulia en Roma (29-II-1976) contaba don Álvaro: "Cuando nos ordenamos los tres primeros, el Padre lo pasó mal. Solía comentar que sintió mucha pena... Se entristeció porque los tres primeros éramos de los que llevaban más tiempo en Casa -aunque había otros más antiguos- y, por nuestras ocupaciones profesionales, teníamos más facilidad que otros para desplazarnos a las distintas ciudades donde se comenzaba a trabajar, y la Obra iba a prescindir de esa ayuda. Además, éramos de los pocos que ganaban dinero, que en aquellos momentos hacía mucha falta.

También le apenaba la ordenación por otro motivo, que el Padre resumía así: "ahora vais a hacer visitas a los obispos, y hay algunos que os miran como de abajo arriba, con admiración; pero después -cuando seáis sacerdotes- quizá esos mismos os tratarán como el general al sargento, mirándoos de arriba a abajo". Después resultó que siempre nos trataron con mucho respeto porque el Padre ya había hecho muchas antesalas, había esperado tantas horas para hablar con los obispos, que sus hijos no tuvimos que aguardar nunca".

En otra ocasión, el 25 de junio de 1989, contaba don Álvaro: "Recuerdo que alrededor del 25 de junio de 1944 un periódico publicó que se ordenaban los primeros sacerdotes del Opus Dei, y nuestro Fundador comentó: ¿es que yo no soy del Opus Dei?. Se me quedaron muy grabadas estas palabras".

Años después, al cumplirse el XXV aniversario de la ordenación de los tres primeros, el Padre les escribió desde Roma a don José Luis y a don José María: "Deseo festejar y agradecer a Dios ese aniversario junto a mis tres curicas mayores, sin que me falte ninguno". Al celebrar la Misa el 25-VI-1969 en Villa Tevere -en oratorios distintos- cada uno de los tres se da cuenta de que le han puesto una palia bordada para la ocasión y el mismo cáliz que habían usado el día de su primera Misa 25 años antes.