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1 de junio de 1974
Ana Sastre. Tiempo de Caminar
En el Parque Anhembí, junto al río Tieté, se alza el Palacio de las Convenciones. Es un edificio nuevo, de bóveda elíptica, destinado a congresos y exposiciones. Tiene una cabida normal de cuatro mil personas. El 1 de junio, víspera de Pentecostés, se llenará a rebosar.
«No podéis defraudar a Dios. Este país grande, grande, grande en todos los terrenos - también geográficamente-, tiene ambiente de sobra para todos los hijos de todas las grandes familias: en número y en calidad. De modo que ¡ánimo! (...).
El otro día di a mis hijos una bendición que parecía la de los Profetas y los Patriarcas. Que el Señor os multiplique, les decía, y os digo ahora a los brasileiros: como las arenas de vuestras playas, como los árboles de vuestros bosques, como las flores de vuestros jardines, como el gorjeo de vuestros pájaros...
Necesitáis mucha gente aquí. ¡No tengáis miedo! Recibid los hijos con amor, que siempre son una bendición de Dios. Y bendición especial para el Brasil que necesita muchos brasileiros cristianos y con virtudes humanas como las vuestras»
Les habla con lenguaje de pioneros que entienden, porque éste es un país grande, de caracteres firmes, capaces de entrar, por entre la selva, para erigir Brasilia, la más increíble ciudad de la tierra. Como reza el lema del escudo de Sáo Paulo: «No me dejo arrastrar, arrastro». Y lo subraya el brazo guerrero que sustenta el estandarte de la Cruz.