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9 mayo 2024

Origen del punto 216 de Camino

9 de mayo de 1937

Pedro Rodríguez, Camino. Edición crítica

216* ¿Lloras? -No te dé vergüenza. Llora: que sí, que los hombres también lloran, como tú, en la soledad y ante Dios. -Por la noche, dice el Rey David, regaré con mis lágrimas mi lecho1.

Con esas lágrimas, ardientes y viriles, puedes purificar tu pasado y sobrenaturalizar tu vida actual
.

Un punto profundamente autobiográfico. Octavilla 14 de la serie Lhz, redactada en Honduras. Como digo, a partir de su experiencia personal. En abril de 1937 escribía:

«Tengo paz. Estoy con exterior gravedad, pero alegre. Y, con mi alegría, -los años, los recuerdos, el pensamiento de posibles peligros para mis hijos y mis nietos, y por alguna otra razón de disculpable egoísmo-, es raro el día que no lloro más de la cuenta también».

En 9 de mayo (vid com/151) anotaba en su pequeño Cuaderno (hojas 23v-24r; nº 1380):

«He pedido, muchas veces, con muchas lágrimas, morir pronto en la gracia del Señor».

La anotación va describiendo la congoja y el sufrimiento de aquella noche del 8 al 9 de mayo. Fueron, ésa y las siguientes, noches de lágrimas y duras pruebas. Vid com/151. Dormían en colchonetas unos junto a otros en una única habitación. De la congoja y las lágrimas se dio cuenta Santiago Escrivá, que no debió «situarse» mucho. Pocos días después escribía el Beato Josemaría a Pedro Casciaro con el estilo tan característico de aquellas cartas desde la Legación, llenas de humor (en medio del sufrimiento):

«¡Qué voy a hacer! No tengo ganas de enfadarme: así y todo, hace unas noches, sobre las dos de la mañana o por ahí, se despertó vuestro tío Santiago, que usufructúa con Jeannot y conmigo dos colchones, y me gritó: '¿qué haces, hombre? ¿estás... llorando?'. Y después ha tenido la frescura de decir que paso la madrugada dedicado al cante jondo. La verdad: no sé a qué carta quedarme: a lo mejor -¡viejo, viejo, abuelo!- es que canto y lloro. Pero, eso sí, siempre con una alegría muy, muy honda y esperanzada: que no es jonda, ni tiene nada que ver con la ópera flamenca».

Entre bromas y veras, algo se atisba del drama interior de Josemaría Escrivá en aquellos meses. En junio le llegó una noticia desoladora. Él mismo la comunica a los demás:

«Pepe -¡dichoso, dichosísimo Pepe!- cayó en el frente vasco, al parecer. El abuelo casi no sabe deciros nada. Un encargo os hice, que también Ignacio [Isidoro Zorzano] os daría: rosas -tres ramos-, sobre su sepulcro: y que visitarais a D. Manuel. ¡A Don Manuel! ¡Qué agradecido le estoy! Mis lágrimas -no me da vergüenza decir que he llorado- no son protesta, por la muerte de mi nieto queridísimo: la acepto; pero os ruego que, conmigo, recomendéis a mis peques para que no se me vaya ninguno más».