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28 de mayo de 1918
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei
Era ya el mes de mayo. La noticia de que iba a hacerse sacerdote corría entre las amistades y conocidos. Don Antolín Oñate, el arcipreste, la acogió con alegría. Por deseo del padre, mantuvo una entrevista con el muchacho y pudo confirmar a don José la vocación de su hijo. También se lo comunicó así don Albino Pajares, otro sacerdote al que Josemaría fue a consultar, por indicación de su padre. A todos los conocidos de la familia les cogía de sorpresa la noticia: «sus padres —refiere Paula Royo— lo comentaron a los míos asombrados, pero en ningún momento le pusieron dificultades. No nos esperábamos que quisiera ser sacerdote». Josemaría frecuentaba por entonces Santa María la Redonda, donde acudía a oír misa. Hacía prolongada oración y se confesaba con don Ciriaco Garrido, canónigo penitenciario de la Colegiata. Don Ciriaco era un sacerdote que andaba tan escaso de cuerpo como sobrado de virtudes. Don "Ciriaquito", como se le llamaba cariñosamente por su corta estatura, fue uno de los primeros que dieron calor a mi incipiente vocación, escribirá Josemaría.
El 28 de mayo terminó sus exámenes. Era ya, por fin, bachiller. Despejada la temida cuestión del ingreso en Arquitectura, el padre aconsejó de nuevo al muchacho que hiciese la carrera de Leyes, compatible con los estudios eclesiásticos, aunque lo primero sería ver el modo de ingresar en el seminario.