Página inicio

-

Agenda

23 mayo 2024

Los sucesos de Barcelona

23 de mayo de 1941

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei

Comenzaron a llegar a oídos de Mons. Cicognani más y más noticias del jaleo. Era tema de actualidad en sus conversaciones con los Sres. Obispos. Al Nuncio, nada amigo de altercados, todo aquello le parecía imperdonable, y más tratándose de clérigos. Con ello se iban volviendo las tornas y estaba a punto de cumplirse la locución de que entrarían en la Nunciatura sin impedimento. En carta de mediados de junio de 1941, el Obispo de Pamplona, que había charlado poco antes con Mons. Cicognani, decía: «El Sr. Nuncio está por don Josemaría».

Mientras tanto, las esperanzas puestas en una posible retractación del padre Carrillo de Albornoz se derrumbaron como castillo de naipes. La respuesta del padre Daniel Ruiz [superior del jesuita P. Carrillo] prometía nuevas complicaciones:

«Madrid, 23 de Mayo de 1941.

Sr. D. José M. Escrivá, Pbro.

Ciudad

Muy estimado en Jesucristo:

Al regresar de Barcelona recibo su carta de V., fechada el 20 de Mayo, con otra adjunta para el P. Ángel Carrillo de Albornoz. Como deja V. en mi mano la decisión de retener o entregar dicha misiva a su destinatario, me parece oportuno dirigirme directamente a V. expresándole mi criterio en el asunto que se ventila. Como Superior de la Residencia y Director de la Congregación de San Luis, sé muy bien lo que piensa y hace el P. Carrillo de Albornoz, que obra de perfecto acuerdo conmigo.

Me sorprende en extremo que diga V. con tanta naturalidad y convicción, que se ha desatado una campaña violenta contra la Obra de V., cuando para mí es evidente lo contrario: es decir, que existen, por parte de VV., hechos concretos encaminados al desprestigio y difamación de la Compañía de Jesús y, en particular, de las Congregaciones Marianas. Llega uno a sospechar, que se trate además de difamarnos precisamente haciéndonos adversarios, sin serlo, y sin prueba alguna, de la Obra de V.

Me consta que es de todo punto inexacto, que dicho P. Carrillo haya emprendido semejantes campañas. No existe tal campaña; sí hay (y ni esto siquiera por instigación del P. Carrillo) la natural reacción en legítima defensa, no contra una obra aprobada por la Iglesia, sino contra los procedimientos poco nobles, que varios miembros de esa entidad usan en desprestigio de nuestras Congregaciones Marianas y aun de la misma Compañía de Jesús».

No quedaba, pues, sino quemar el último cartucho, acudiendo al Provincial. Pero, antes de que don Josemaría se lanzase a tamaña empresa, don Leopoldo le preparó el terreno convenientemente. El 29 de mayo se entrevistaron en el palacio episcopal el Sr. Obispo y el Provincial, Rev. padre Carlos Gómez Martinho, S.J. Conversaron detenidamente y el Prelado se mostró sincero y enérgico. De todos modos, para que lo dicho no fuesen palabras que se lleva el viento, o estuvieran sujetas a interpretación caprichosa, como algo sabido de oídas, esa misma tarde el Sr. Obispo envió al Provincial una larga carta. Era el escrito una especie de prontuario de lo que habían tratado ambos por la mañana, dando así la oportunidad al padre Gómez Martinho de repasar argumentos o de mostrar la carta a terceras personas.

En ella tocaba el Prelado, de manera sucinta, todos aquellos puntos que habían sido foco de las penosas complicaciones. Transcribimos las frases que, como golpe de herrero en el yunque, reflejan el martilleo de las ideas por parte de don Leopoldo:

«Muy querido P. Provincial:

Conforme a sus deseos, y continuando nuestra gratísima conversación de esta mañana, le escribo estas líneas acerca de la Pía Unión, canónicamente erigida con el título de "Opus Dei" por el benemérito Pbro. D. José María Escrivá.

Es realmente muy triste que personas tan buenas y tan dadas a Dios combatan, claro es que por motivos de celo y arbitrantes se obsequium praestare Deo, a esa Institución que no sólo yo, que la he aprobado, sino todos los Prelados que sé que la conocen la tenemos en la mayor estima [...].

Puedo asegurar a V.R. que el Opus es verdaderamente Dei, desde que surgió y en todos sus pasos y trabajos; porque sólo para servir a Dios fue concebida esa Obra, y sólo en santificación de almas y en obras de apostolado se emplea [...].

Los miembros del Opus Dei no están, por serlo, en peligro de perder sus almas, ni tienen nada de herejes, ni de masones, ni de iluminados; todo eso se está diciendo no sólo a los que se cree que están en la Obra, sino a muchos que nada tienen que ver con ella, y lo que es más doloroso, a las madres de los alumnos del Opus, o a las de sus miembros, y para ello se utiliza el confesonario; con todo lo cual se están creando situaciones familiares verdaderamente trágicas.

Créame, Padre, que no tienen fundamento tamañas imputaciones; no es verdad que sea una asociación secreta: no sólo ha nacido con la aprobación de la autoridad diocesana, sino que, desde que nació hace 13 años, no da paso de importancia sin pedirla, y sin obtener aprobación [...].

Ciertamente, no merece ser atacada por los buenos. Y, sin embargo, la atacan. Sería para asombrarse y entristecerse, si no nos tuviese el Señor tan familiarizados con este fenómeno; ¡cuántas otras obras muy de Dios han corrido igual suerte! [...].

Querido P. Provincial, le ruego que por amor de Dios y de la Iglesia me ayude a poner fin a una tempestad de la que sólo el enemigo de nuestras almas saca provecho.

Si desea que le aclare algún punto especial entre tantas acusaciones como se lanzan, dígamelo que con sumo gusto lo haré; considero servicio grande de la Iglesia cuanto pueda hacer en pro del Opus Dei.

Le bendice y a sus santas oraciones se encomienda su affmo. en N.S.».

Con estos precedentes, el 31 de mayo don Josemaría fue a verse con el padre Provincial en el Colegio de Areneros. Por espacio de dos horas trataron diversos temas, en especial los referentes a las vocaciones al Opus Dei entre los congregantes. Como a las pocas horas salía de viaje, don Josemaría dejó una breve nota para don Leopoldo sobre el resultado de la entrevista. En dicha carta le decía:

Creo que es el final, gracias a Dios y a mi Señor Obispo, nuestro Padre. ¡Que Él se lo pague! Insistí en que rectifiquen, y me ha prometido hacerlo.

Encariñado por esta esperanza, escribía desde Pamplona a los del Palau:

Parece que la tribulación está acabando. Bendigamos a Dios, y estemos dispuestos siempre a lo que Él quiera. In laetitia!

Y a Álvaro del Portillo:

Es preciso pedir a N. Señor, en este mes del Sdo. Corazón, que verdaderamente —si es su Voluntad— sea desde ahora el final de la persecución.

De Pamplona fue don Josemaría a Valladolid y, pocos días después, a Valencia. Sus entrevistas con los Sres. Obispos de estas ciudades fueron otros tantos jarros de agua fría. El trece de junio escribe a don Leopoldo y le dice que todos los Sres. Obispos están acordes en pensar que vendrá el ataque por algún otro lado.