-
8 de abril de 1932
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei
¡Si viera V. las ganas que tengo de soledad! —escribía el 8 de abril de 1932 a don José Pou de Foxá—.Pero, no está hecha la miel para la boca del asno y he de contentarme con una vida de jaleo y movimiento, danzando el día entero de aquí para allá. Bendita, amada sea la Voluntad de Dios.
Su vida era un ajetreo imparable. Misa, funciones de iglesia, confesiones de monjas y feligreses en Santa Isabel; también, confesiones de monjas y preparación de niñas para la primera Comunión en el vecino Colegio de la Asunción; y visitas a los hospitales; y charlas, y dirección espiritual de jóvenes y sacerdotes... Esta abrumadora dedicación pastoral no le reportaba beneficio económico, por lo que es obligado añadir, a las mencionadas actividades, las clases en la Academia Cicuéndez y las clases particulares a domicilio. Imposible el prescindir de tales ocupaciones. De las pastorales, porque las exigía su alma; y de las docentes, porque las exigía su mantenimiento, o al menos el del resto de la familia.
El deseo de soledad, por el que suspira en la mencionada carta, le resultaba a veces tentación, cuando el cansancio o el demonio le insinuaban que no estaría mal entregarse a una existencia de mayor sosiego espiritual, libre del zarandeo de la brega apostólica, tal como se lee en una catalina:
Vuelve la tentación a susurrar en mis oídos la vida de paz y virtud, no ya del Padre X. o Fray Nadie, sino de un Curita ignorado en la última parroquia rural, sin grandes luchas ni grandes ideales de inmediata actuación...
Para rechazar esas tentaciones de llevar distinto género de vida, que le asaltaron hacia abril de 1932, el capellán aprovechaba la poderosa súplica de almas inocentes. Los días que iba a preparar a las niñas para la primera Comunión les pedía que rezasen con él, todos juntos, un avemaría por el santo a palos. (¿Entenderían aquellas tiernas almas lo del santo a palos?) Mas el motivo de escribir la mencionada carta a Pou de Foxá era muy otro. Si Dios no lo remedia —le comunicaba don Josemaría—, tendré que ir a Zaragoza en el próximo junio, para que se examine un hijo de los Guevara.
Su confesor le instó a que se comprase una teja y una sotana antes de emprender el viaje. (Muy mal debía andar de ropa). También compró un cuaderno nuevo, pues pensaba ir haciendo un diario de catalinas.
Cuando regresó a Madrid, el 13 de junio, el cuaderno todavía estaba en blanco. No había escrito una sola catalina, pero sí enviado varias cartas brevísimas a los de su familia.