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20 de febrero de 1933
Pedro Rodríguez, Camino, edición crítica
385* Dice el Señor: «Un mandato nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. En esto conocerán que sois mis discípulos».
-Y San Pablo: «Llevad unos la carga de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo».
-Yo no te digo nada.
Octavilla Bl, trazo grueso. Pura predicación del Evangelio. Pablo es el exégeta de Jesús. El Autor enmudece y hace resonar la palabra divina ante los lectores. Los dos textos ocupan un lugar verdaderamente central en la comprensión que tiene de la vida cristiana que discurre por las actividades profesionales y sociales. Hay un guion de meditación que tiene un apunte casi idéntico:
«Mandatum novum do vobis: ut diligatis invicem sicut dilexi vos (Joann. XIII, 34), ut et vos diligatis invicem. In hoc cognoscent omnes quia discipuli mei estis, si dilectionem habueritis ad invicem» (Joann. XIII, 34 y 35) [...] Alter alterius onera portate (Gal. VI, 2)».
En 1933 había anotado en su Cuaderno:
«Alter alterius onera portate et sic adimplebitur... (Ayer interrumpí la escritura. Sigo, hoy, 20 de febrero)... legem Christi. Estas palabras de S. Pablo también deberán campear en los oratorios de la Obra de Dios».
Lo que hizo -comenta Álvaro del Portillo- «fue predicar con mucha perseverancia, y con mucha fuerza, este texto de S. Pablo».
En 1934, al poner la Residencia universitaria de Ferraz, el Beato Josemaría hizo que «campeara» esta doctrina en la sala de estudio de la Residencia: un cuadro con un pergamino y la inscripción: «Mandatum novum do vobis: ut diligatis invicem, sicut dilexi vos, ut et vos diligatis invicem. In hoc cognoscent omnes quia discipuli mei estis, si dilectionem habueritis ad invicem (Joann. XIII, 34-36)». En esa palabra de Jesús veía la síntesis del espíritu que quería inculcar a los estudiantes: amor, fraternidad, servir a los demás, llevar la carga de los otros. El «mandatum novum», en su doble forma joánica y paulina, era algo que tenía en el alma.
La predicación de esta doctrina por parte del Beato Josemaría refleja a veces, con fuertes expresiones, la vida española de la época, como en este texto, casi simultáneo en el tiempo al pergamino:
«¡Aún es nuevo este precepto dominical! No quiero detenerme en detalles. Bien sabéis que no exagero. Se ha hecho corriente oír -y ver cómo desgraciadamente se practica, aun por gentes de una piedad llamativa- se ha hecho corriente oír esta pregunta: ¿Quién es tu enemigo? Y esta contestación: el de tu oficio. No hace mucho, con frase brutal, pero sincera, me decía un joven, activo militante de XX, a propósito de la falta de caridad entre sus compañeros de estudio: Mire, Padre: muchas cruces en la solapa, pero, si pueden, te patean los hígados. Y esto, ¡cuántas veces lo habéis experimentado y lo habéis lamentado, al comenzar el ejercicio de vuestras respectivas profesiones!
Pues, bien: inculcad en nuestros chicos de San Rafael la necesidad de vivir el mandato de la caridad, con todas sus consecuencias: ayuda mutua en lo espiritual, en el terreno científico, en lo económico, y en la vida de relación social. De tal manera, que se hagan realidad las palabras del Apóstol, que en el lugar patente de nuestro oratorio se leen: alter alterius onera portate, et sic adimplebitis legem Christi; llevad unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo (Galat. VI, 2)».
Recién llegado a Burgos, escribió una Carta circular a todos los miembros de la Obra dispersos, recordándoles unas cuantas actitudes fundamentales. Allí se lee:
«Con respecto a mis hermanos»: poner en práctica la doctrina, tantas veces inculcada: alter alterius onera portate, et sic adimplebitis legem Christi».